Archive for noviembre 5th, 2012
Al trabajar con algunos de los casos que nos han ido llegando por parte de los jueces, nos habíamos enfrentado ya con algún suceso de incesto padre-hija, padre-hijo, hermano-hermana, hermanas-hermanas… pero en casi todos ellos la participación de la mujer era por sumisión. Nunca nos habíamos encontrado con mujeres pedófilas que abusaran de los más jóvenes. Fueron las reacciones de diversos niños lo que levantó las sospechas y, entonces, nos formulamos por primera vez la posibilidad de que fuera una mujer la autora de los maltratos o abusos sexuales. Al principio, más que con su voz, los niños empleaban otros signos, como los dibujos. En terapia, los pequeños se dirigían a la pizarra para dibujar y, por lo general, los que habían sido agredidos por hombres casi siempre representan casas con formas fálicas. Pero cuando comenzamos a ver por primera vez uno, dos tres, cuatro dibujos de vulvas de mujeres hechos por niños y niñas de cuatro y cinco años, nos preguntamos: ¿pero qué es esto?», cuenta Marine Nisse, terapeuta especializada en temas de incesto y abusos sexuales.
Si ya es difícil abordar el tema de los abusos sexuales, cuando proceden de una mujer resulta aún más complicado. Los pedófilos se sienten atraídos sexualmente por los niños «a causa de un estado de desarrollo psicoafectivo precoz en su sexualidad que les hace sentirse mejor y menos inhibidos con los pequeños», tal y como aseguran los especialistas. Pero en el caso de una mujer es bien raro que ésta tenga un grado de inmadurez tal, que la incite a ir hacia un niño para obtener satisfacciones sexuales. Aunque, tal y como señalan los expertos, se pueden aprovechar cuando lo tienen cerca. Es el caso de algunas madres abandonadas por sus compañeros sentimentales que utilizan a sus hijos como compensación sentimental y sexual.
Confusión sentimental
En estos casos raramente hay violencia. Al contrario. Ternura, cuidados y caricias pueden llegar a confundir a ciertas mujeres que, entonces, mezclan lo sensual y lo sexual entre el niño y el adulto. Muchas de ellas no lo consideran como una agresión culpable, convencidas de que no han hecho ningún mal al hijo, aunque les fuercen a besarlas, acariciarlas los senos, hacerlas un cunnilingus o penetrarlas. Es más, en la mayoría de los casos, hasta ahora, esa agresión quedaba como un secreto compartido entre madre e hijo o madre e hija.
«Cuando una madre abusa de sus hijos es algo bastante dura de concebir psíquicamente, incluso para los especialistas. Pero para un niño o una niña poder llegar a reconocer que han sido víctimas de abuso por parte de su madre o de alguien muy cercano corresponde aún al terreno de los indecible. Un velo de silencio sigue rodeando estas situaciones. Sólo la constatación de trastornos en estos niños puede servir de elemento revelador», cuenta Nisse, que recibió en el centro el caso de una niña de 12 años que le puso en alerta. En cuanto tenía ocasión, la menor saltaba sobre niños de 6 ó 7 años para realizarles una felación.
«Esta actitud -cuenta- nos intrigaba. Al final descubrimos que había sufrido abusos sexuales por parte de su hermana mayor. Habría que ir más lejos y preguntarse quien, a su vez, abusó de esta última porque hay que tener en cuenta que un niño no inventa una relación sexual sino que reproduce lo que ha vivido en su infancia. Si el comportamiento sexual no ha sido cuestionado, estos actos formas parte de una cadena, una forma de vampirismo sexual -emocional que atraviesa generaciones».
Madres, hermanas, abuelas, otras mujeres de la familia, algunas que se ocupan de los niños puntualmente, con carencias afectivas o de educación que las convierten en «seres desestructurados, dependientes e influenciables, con grandes dificultades para asumir un papel de mujer y de madre». Hay que tener en cuenta que más del 40 por 100 de las pedófilas tienen antecedentes de malos tratos físicos, y el 34 por 100, de abusos sexuales.
Frente a la Justicia
Más de 25 mujeres ingresan cada año en las cárceles francesas. Enfrentadas a la Jusiticia, el 36 por 100 lo niega totalmente. Mientras muchas minimizan el acto considerando que no hacen ningún daño, el resto no es consciente del mal que han hecho y son incapaces de ver el sufrimiento del otro, incluso cuando en el 80 por 100 de los casos son sus hijos legítimos. «No reconocen el abuso contra sus hijos porque ellas mismas niegan su propio sufrimiento como víctimas -recalca Nisse-. Estas mujeres son incapaces de reconocer las señales que les acercan al dolor de su propia infancia. En el tratamiento que llevábamos a cabo con ellas procuramos retroceder hasta esa infancia a través de la compasión porque sólo cuando logran contemplarse como niñas abandonadas o de las que abusaron, cuando reconocen su dolor, pueden darse cuenta del sufrimiento, sentir compasión por sus propios hijos y reconocer su culpa».
Por eso, para los terapeutas, hay más mujeres pedófilas de las que aparecen en las encuestas. «En 1995 se hizo un estudio en Francia con el fin de preparar una política de prevención del Sida entre los adolescentes. La encuesta donde se investigaba el comportamiento sexual de jóvenes entre 15 y 17 años tuvo resultados sorprendentes. El 12 por 100 de las chicas decían haber sido obligadas a una primera relación sexual antes de lo que ellas consideraban que hubiera tenido que ser el inicio de su vida sexual. Un 1,7 por 100 de los chicos decía lo mismo. Los investigadores trataron de ir más lejos y descubrieron que en muchas ocasiones el responsable era algún conocido de la familia y, en la mayoría, directamente un familiar. En clases desfavorecidas y con alumnos con dificultades la proporción doblaba el número de chicas y triplicaba el de los chicos. Entre los responsables resultó evidente que también había mujeres, pero era difícil determinar en qué proporción por ser un tema tabú y crímenes extremadamente difíciles de probar porque no hay testigos ni pruebas objetivas».
Son pocas las mujeres que por voluntad propia se acercan hasta el centro en busca de terapia: «Hay personas que han pasado de terapia en terapia sin que los profesionales hayan sabido escuchas su indecible sufrimiento -comenta Nisse-. Un día llegó una muchacha y con mucha dificultad reconoció: ‘Fui violada por mi madre’. Yo le contesté: ‘¿Qué edad tenía usted?’. El hecho de que no dudáramos de ello fue algo extraordinario para ella. Enseguida comenzó a hablar».
Además, las agresiones se realizan en todas las capas sociales. «Entre los pacientes autores de agresiones sexuales tenemos de todo, aristócratas, artistas, pequeños burgueses, agricultores, profesores, funcionarios… de todo. Las razones culturales de unos y otros pueden ser muy diferentes, pero todos han vivido las mismas historias sin cuestionarse nunca la educación o las influencias que habían recibido. Desde hace un tiempo observamos casos de muchos niños víctimas de mujeres que son asistentes maternales que acogen y educan a los pequeños. Este descubrimiento es terrible porque, por cuestiones de maltrato, retiran los niños a las familias y se los entregan a otras de acogida, pagadas por el Estado. Y al cabo de unos cuantos años se averigua que muchos de estos niños han sido también víctimas de la madre de acogida».
Tratamiento en prisión
Algunas de estas mujeres ya han sido condenadas y pueden seguir un tratamiento en prisión. Otros autores, tanto hombres como mujeres, son tratados en el centro. «No se cometen abusos sexuales sin razones profundas. Las historia de la persona que se excita con el cuerpo de un niño es una historia realmente complicada, una historia que afronta otros abusos o bien sobre sí mismo o bien sobre otros, y que ha provocado sentimientos totalmente reprimidos. Con el acto, los agresores tratan de forma inconsciente de resolver conflictos y angustias muy profundas. A todos ellos los hacemos afrontar los hechos poco a poco, hablar explícitamente de la realidad, de cómo han procedido para llevar al niño hasta la situación del abuso, en qué momento, en qué circunstancia, cómo han abierto la puerta, qué le han dicho al niño… y al mismo tiempo tratamos de descubrir qué es lo que les ocurrió a ellos mismos, de que salga a relucir todo, que nada permanezca en la sombra ya que el secreto, la situación de ansiedad, lo que generalmente impide que se resuelva el problema», concluye Nisse.