Escuela de Padres

Archive for julio 2015

Llora más de lo que imaginas, no es tan guapo como esperabas, cuidarlo no resulta tan fácil como creías… Calma, pronto le entenderás y te sentirás feliz.

Después de nueve meses esperando y del agotador parto, por fin estáis en casa con vuestro bebé. Se supone que tendrías que ser la mujer más feliz del mundo y no es así… o no exactamente. «Si preguntas, la mayoría de las madres te dirán que pese a la enorme felicidad, los primeros días son duros y que no se imaginaban que iba a ser tan difícil cuidar del bebé. ¡Se sienten desbordadas! Y a veces con algo de frustración, porque creían que las cosas iban a ser de otro modo», dice la comadrona Imma Sàrries.

Todo tiene explicación. El puerperio es un momento vulnerable, el bebé llora mucho… Te enfrentas a un montón de cosas nuevas, y si a eso le sumas que estás con sueño y recuperándote del parto, es normal que te parezca difícil. Sin embargo, pronto te verás cambiando pañales casi con lo ojos cerrados y el llanto de tu hijo, qué te demanda, dejará de ser un misterio para ti.

Olvídate del bebé que imaginabas, sigue leyendo para descubrir  que la mayoría de las cosas que te agobian tienen explicación y empieza a disfrutar de tu hijo.

Llora mucho

Quizá sí. Los bebés lloran una media de tres horas al día; algunos incluso el doble. Es fácil entender que eso desespere a cualquiera. Llorará cuando tenga hambre, frío, sueño… o quiera vuestros mimos. Por mucho que te angustie, debes entender que es la única forma que tiene de expresarse y comunicarse contigo.

Así que ten paciencia. Poco a poco aprenderás a entender sus lloros y todo será mucho más sencillo. «Y un consejo que siempre doy: olvídate de pensar demasiado, actúa por instinto… ¡funciona!», dice Imma Sàrries.

Algo que agobia mucho es un lloro agudo en el que el bebé parece quedarse sin respiración (por supuesto, eso no pasa). Un truco para cortarlo: soplarle en el triángulo de boca, barbilla y nariz.

Es un poco feúcho…

Tras el parto, tu hijo no es ese bebé sonrosado que esperabas. Es más, tiene algunas rarezas que te sorprenden. Por ejemplo, quizá su cabeza esté apenada y las orejas como dobladas. Es todo completamente normal, responde al proceso del parto y en unos días desaparecerá.

También puede presentar unos granitos rojos (es el acné del recién nacido, totalmente inocuo y se va solo) y la piel un poco amarillenta. Esto último, llamado ictericia, suele verse a partir del tercer día y dura entre 15-20 días. Consúltalo con el pediatra, seguramente te recomendará exponerle a la luz del sol (nunca al sol directo) unos minutos al día. Por último: quizá tenga los genitales enrojecidos y abultados. Es por las hormonas que le has transmitido durante el embarazo y en unos días estarán normales.

No sé cómo dormirle…

Al principio, los bebés tienen unos intervalos de sueño de 2-4 horas. Esto ocurre porque aún no distinguen correctamente entre noche y día. Tenlo presente para elegir la habitación donde ponerle a dormir. En todo caso, colócale boca arriba o de costado (boca abajo está totalmente desaconsejado por la relación de esta posición con el riesgo de muerte súbita) y evita almohadas y edredones. Ten en cuenta que durante la primera fase del sueño muchos bebés mueven los globos oculares, respiran irregularmente, incluso agitan las extremidades… A veces se despiertan ligeramente. no le pasa nada ni está intranquilo, es una fase normal del sueño.

¿Por qué no mira bien?

Puede que al bebé le cueste fijar la mirada, incluso que bizquee un poco. También pasará. Su campo de visión es muy limitado pasados los 25 centímetros; para ayudar a que poco a poco vaya empezando a fijar la mirada, acércate a su carita y sonríele.

Además, quizá presente los ojos rojos e hinchados. Puede estar causado por el esfuerzo del parto (pronto remitirá) o por el lagrimal obstruido. Lo común es que dejen de estarlo espontáneamente en días o semanas. Ah, y ten en cuenta que su color de ojos no es aún el definitivo.

Bañarle no es tan sencillo…

En principio, el procedimiento del baño no es difícil: el agua a 37 grados, la habitación a temperatura agradable, sujetar la cabeza y hombros con una mano y con la otra irle mojando con una esponja y jabón neutro (o solo con agua). El problema es que muchos bebés lloran al contacto con el agua y esto, evidentemente, estresa un poco. Además, es normal que aún no te sientes muy segura de cómo agárrarle… Esto cambiará conforme pasen los días (recuerda que puedes empezar a bañarle aunque no haya perdido el cordón).

Mientras, intenta revertir la situación y convertir esta actividad en un rato de juegos y mimos. Si esto no funciona y el bebé sigue llorando, sácalo. Y no te apures por no haberle bañado a conciencia, ¡seguro que está muy limpio!

… y curarle el cordón, tampoco

El cordón umbilical cae habitualmente una semana después del parto, aunque en algún caso puede tardar hasta 15 ó 20 días. Su cuidado puede parecerte un poco aparatoso, pero al cabo de un par de días lo tendrás dominado. Se trata tan solo de limpiar la herida suavemente con una gasa con agua unas tres veces al día. Después, solo tápala con una gasa finita, para que se seque mejor, vigila que el pañal no la roce y ten clara una cosa: al bebé no le duele lo más mínimo.

¿Me equivoco al vestirle?

Hazlo con prendas fáciles de poner y quitar (tendrás que cambiar el pañal a menudo, así que es mejor ser práctica) y de tejidos naturales para evitar alergias. Uno de los mayores errores que cometemos al vestir al bebé es abrigarle demasiado; algo contraproducente, porque acaba sudando y eso puede resfriarle. Debes saber que muchas veces los bebés tienen los pies y las manos fríos; eso no significa que ellos lo estén. Toca su barriga: si está caliente, todo va bien. Eso sí, cuando salgas, evita corrientes de aire.

¡Creo que se ha resfriado!

«Es normal que durante los primeros días de vida tu pequeño tosa o estornude un poco», explica la comadrona. Pero no significa que esté resfriado, lo hace para despejar las vías respiratorias y acabar de expulsar el poco líquido amniótico que quizá le haya quedado dentro tras el parto. Hay bebés que incluso vomitarán un poco de moco o leche con moco. Entra dentro de la normalidad.

Me parece que no digiere bien

Hay ciertos comportamientos del bebé que pueden llevarte a pensarlo. Por ejemplo, algunas veces regurgita (expulsa un poco de leche) después de la toma. Es algo relativamente común: unas veces está provocado por la inmadurez de su aparato digestivo, otras porque le ha entrado aire (quizá porque ha llorado mucho antes de la toma). Otro ejemplo es el hipo (causado porque su diafragma aún está un poco inmaduro) o las típicas arcadas que los bebés sufren al mamar. Otra vez, nada preocupante. El motivo suele ser que sale mucha leche de golpe y al niño le llega a la campanilla, provocando la arcada. Así que, a menos que algo de lo descrito anteriormente se agudice, no tienes por qué agobiarte.

Sufre cólicos, ¿es culpa mía?

No, por supuesto que no. Los temidos cólicos son una de las dolencias más frecuentes de esta etapa. Aparecen a partir de la tercera semana debidos a la inmadurez del sistema digestivo del bebé. Si ves que de repente tu bebé arranca a llorar de forma aguda e inconsolable con los puños cerrados y el abdomen duro, y que esto empieza a ser habitual, probablemente los sufra, así que consulta con el pediatra.

Los cólicos son un trastorno benigno y desaparecen por sí solos al tercer o cuarto mes de vida. Lo malo es que, aunque existen algunos remedios paliativos, como darle masajes o revisar tu dieta (en ocasiones eliminar la lactosa mejora la dolencia), en realidad poco podrás hacer para evitarlos. «Hay que esperar a que pase el tiempo necesario para que el sistema digestivo del niño madure. Aunque esperar es desesperar, claro», dice la matrona.

Creo que se siente incómodo

Quizá tu pequeño adopte posturas o haga movimientos que te parezcan extraños. Durante los primeros días los bebés suelen seguir en posición fetal, con los puños apretados y los brazos y piernas encogidos. Como si aún estuviera en tu barriga, ¿verdad? No te preocupes porque no significa que esté incómodo, simplemente es eso, aún tiene que dejar ciertas «costumbres» y poses que tenía durante la gestación.

Algo que sí debes hacer es cambiarle de posición de vez en cuando, porque él todavía no puede hacerlo y así evitas que se le enrojezca esa zona. Otra advertencia es que los bebés se sobresaltan fácilmente. Esto es porque aún se sienten un tanto inseguros en el «exterior». Pronto pasará.

Di adiós a la inseguridad

Seguramente ésta sea la etapa de tu vida en la que recibas más consejos. Todo el mundo opina y eso puede hacer que te sientas confusa. La solución: escúchate a ti y a tu hijo y no dudes de tus capacidades. La comadrona lo explica así: «Si a una madre le das confianza, no se equivoca; siempre hace lo que su bebé necesita».

Gemma Cardona

Detectar de forma precoz trastornos metabólicos congénitos es clave para tratar esas enfermedades en fases iniciales. Ahora, con solo una muestra de orina se pueden descubrir más de 100 desórdenes metabólicos.

Nada importa más a unos padres que la salud de su recién nacido. En sus primeros días es posible detectar una serie de enfermedades metabólicas de origen genético que, con un tratamiento adecuado, le permitirán tener una buena calidad de vida.

¿Qué son las metabolopatías hereditarias?

Son un amplio y heterogéneo grupo de enfermedades producidas por un defecto genético que ocasiona unas alteraciones bioquímicas en la sangre y en la orina que son las responsables de las manifestaciones clínicas.

¿Cuáles son las características comunes?

Son enfermedades muy raras, algunas de ellas altamente incapacitaste y con riesgo, incluso, de mortalidad. Su incidencia es inferior a un niño por cada 2.000 recién nacidos. No todas son igual de graves, pero en general, cuanto más precoz es el inicio, más grave es la enfermedad. Al ser hereditarias, se transmiten de padres a hijos, pero como son genes recesos, es posible que dos padres que no presentan signos de la patología la transmitan a su descendencia. Son enfermedades heterogéneas, diferentes y variadas, porque pueden ser muchas las alteraciones bioquímicas que se producen.

¿Por qué es importante el diagnóstico precoz?

Al tratarse de enfermedades genéticas, están ya presentes en los primeros momentos de la vida (aunque muchas de ellas no tienen síntomas en los primeros días), lo que nos permite hacer un diagnóstico precoz antes de que exista ningún síntoma mediante técnicas de cribado neonatal. El diagnóstico de estas enfermedades, al ser hereditarias, permite que se eviten en nuevos embarazos, con el adecuado consejo genético a las familias. De esta manera, se puede conseguir que esta patología no aparezca en el ámbito familiar.

Test de orina frente a prueba del talón

La prueba del talón del recién nacido, que se realiza impregnando con su sangre un papel absorbente especial en las primeras horas de vida, es la técnica que se emplea habitualmente. Tiene como inconveniente que se necesita una punción que produce dolor y que se puede infectar y, en muchos casos, se necesita una doble extracción. Los avances tecnológicos en el cribado de enfermedades metabólicas permiten realizar estos test con una muestra de orina. Su precisión es aún mejor, y ofrece detectar un mayor número de enfermedades metabólicas sin necesidad de realizar un pinchazo al niño. El nuevo Test Verity de Genoma combina la tecnología de Cromatografía de Gases y Espectrometría de Masas para permitir la detección de 111 desórdenes metabólicos con solo una muestra de orina.

Hechizos y encantamientos… el mito de paralizar a alguien con solo tocarlo es la base de este juego infantil de la edad media.

Correr y detenerse es parte del aprendizaje en el desarrollo de muchas actividades. El juego de los encantamientos ayuda a los más pequeños a controlar el cuerpo y asienta las bases del juego en equipo al tener que ayudar a los compañeros.

Reglas del juego

  • Delimitamos el campo de juego
  • Un jugador «el brujo» debe tocar y encantar recitando el hechizo a todos los demás jugadores que tratan de escapar delante de él.
  • Una vez encantado por «el brujo» el jugador debe quedar como estatua (sin moverse) hasta que un compañero que sea libre lo haya desencantado tocándolo con su mano.
  • El juego concluye cuando todos los jugadores son encantados por «el brujo» (el último encantado será el próximo brujo), o con límite del tiempo.

Variaciones

El jugador encantado tiene que quedar con las piernas abiertas. Para desencantar al jugador se tiene que pasar entre sus piernas, lo que dificulta el rescate y da opción al brujo de encantar al otro jugador. Esta opción es buena cuando los jugadores son de diferentes edades.

Otra opción cuando son muchos jugadores es delimitar una o dos franjas de espacio dentro del campo de juego donde los jugadores que estén dentro quedarán encantados si permanecen cuando entre el brujo en esa franja sin necesidad de alcanzarlos a tocar.

También es muy divertido y agotador hacer toda la persecución gateando en el suelo cuando se juega en la playa o en una habitación con el piso alfombrado.

El rendimiento académico de nuestros hijos es un tema que nos preocupa cada vez más. En la actualidad, el fracaso escolar es una problemática muy común, que debe atajarse desde el principio.

Estamos en verano y son muchas las familias que tienen unas vacaciones «contaminadas» por el fracaso escolar de sus hijos, un tema que preocupa en gran medida tanto a las instituciones como a los padres. Algunos niños presentan trastornos de aprendizaje que les complican el funcionamiento cotidiano en el colegio, de ahí que sea primordial determinar si padecen alguno de esos problemas y, en caso afirmativo, trabajar con las patas que nos den en el colegio o el psicopedadogo. Una vez descartado que vuestro hijo/a tenga algún tipo de trastorno, lo que ocurre en la mayoría de los casos, nos viene a la mente la siguiente pregunta: «¿Por qué está suspendiendo entonces?»

La mejor estrategia es la prevención

Las causas de este fracaso escolar pueden ser muy diversas. Existen chicos que se esfuerzas, pero que les cuesta asimilar los conceptos; en cambio hay otros que, a pesar de tener buenas capacidades, no se esfuerzan lo suficiente. También hay algunos que, por diversos motivos, muestran un mal comportamiento (en clase se les etiqueta como «movidos», «conflictivos», «gamberros»…) y que acaban por ser incapaces de seguir el ritmo. Una vez analizadas las causas, los padres deberían hacer un examen de conciencia y valorar junto con la escuela cuál es la mejor estrategia a seguir. Hay que tener en cuenta que el fracaso escolar, normalmente, se gesta en primaria y se manifiesta en secundaria. O tomamos medidas o nos encontraremos con un adolescente que no nos lo va a poner nada fácil. ¿Qué se puede hacer cuando a nuestro/a hijo/a adolescente le han quedado varias asignaturas suspendidas? ¿Cómo afrontar los problemas de convivencia que se generan en casa como consecuencia de esos resultados?

Las pautas que conviene seguir a lo largo del verano

Para facilitar el estudio y la recuperación de las asignaturas pendientes, el primer paso es organizar todas las tareas que hay que realizar en verano. Eso significa sentarse con nuestro/a hijo/a, mirar con detenimiento todo lo que tiene que hacer para poder recuperar las asignaturas y realizar un esquema de trabajo. Nuestra ayuda es indispensable, dado que los chicos con fracaso escolar suelen tener muchas dificultades para organizarse y distribuir su tiempo. Están tan acostumbrados a la inmediatez, que no son capaces de pensar a largo plazo. Si no queremos que septiembre siempre les quede muy lejos, tenemos que ayudarles a organizarse mejor. Es también el momento para decidir si necesita un refuerzo y debe acudir a una academia o tenemos que buscar un profesor particular.

Durante las vacaciones de verano, va muy bien fijar un horario. Ni pueden levantarse a la hora que quieran ni estar demasiado tiempo ociosos. También se ha de estipular el tiempo que dedican a las nuevas tecnologías: móviles, videojuegos, «tablets» y ordenadores- Deben tener una rutina porque eso es precisamente lo que les va a ayudar no sólo a centrarse y a organizarse, sino también a mantenerse activos. Para que aprendan a ser más responsables, también es importante hacerlos partícipes de las faenas del hogar: hacerse la cama, recogerse la ropa, poner y quitar la mesa, bajar la basura, cuidar de sus hermanos, etc.

Recomendamos fijar un horario de lunes a viernes y descansar los fines de semana. Si se ha organizado bien la faena, será fácil marcar lo que han de hacer cada día y cumplir con sus tareas. Si no saben, concretamente, cuáles son sus obligaciones se perderán en frases como: «Aún queda mucho verano por delante», «mañana lo hago», «por un día no pasa nada», etc. La supervisión es básica, por lo que los padres deben comprobar si han cumplido con el trabajo estipulado para ese día. Si un día no estamos encima, los chicos más pasotas o rebeldes no harán su trabajo al día siguiente.

Busca su implicación con estos consejos básicos

1.- Fija horarios en los que tú puedas estar presente. No sirve de nada establecer un horario para levantarse a las 9 de la mañana si a esa hora no hay nadie en casa para comprobarlo. De igual forma hay que buscar un momento en el día para supervisar sus avances progresivos en los estudios.

2.- Si no se cumplen las normas, determina consecuencias. Si un día no ha hecho los deberes a la hora estipulada, ese día no sale y se queda haciéndolos por la tarde.

3.- Evita las etiquetas. Si tildas a tu hijo/a de vago, al final, se lo creerán y él mismo se convencerá de que no va a aprobar porque es vago. Es mejor hablar del hecho: «Hoy no has trabajado suficiente».

4.- Practica el refuerzo positivo. Decirle a un hijo/a lo orgulloso/a que estamos de él/ella es una inyección de moral difícilmente superable. En la consulta, tuvimos a una niña de 9 años que no hacía nada en clase. Era su defensa ante el no saber hacer las cosas y evitar así que se rieran de ella. Su actitud ha cambiado después de valorar lo que hace bien y decirle que es capaz de hacerlo. Ahora se esfuerza e, incluso, con sus dificultades, no teme intentarlo. Lo mismo ocurre con los adolescentes, si se valora lo que hacen bien, se lo creen y encuentran la motivación para seguir adelante.

5.- Organiza actividades de ocio. Es muy importante realizar actividades al aire libre con tus hijos y buscar espacios para compartir en familia.

Francisco Castaño Mena y Pedro García Aguado

Aunque los adultos solemos considerar las tareas domésticas como algo desagradable o tedioso, la mayoría de los niños quiere estar en el lugar donde estemos nosotros y ayudar para sentirse útiles y mayores. Por ello, en los primeros años es cuando hay que reforzar esta predisposición al trabajo.

Mucha paciencia

Seguro que al principio, las tareas realizadas por el niño nos entorpecen más que nos ayudan, pero a la larga nuestra paciencia tendrá su recompensa. Si les decimos que nos estorban o les regañamos porque utilizan la toalla del lavabo para limpiar el WC, pronto renunciarán a realizar estas tareas. Por el contrario, aunque los niños suelen imitar todo lo que hacen sus padres, debemos explicarle en qué consiste el trabajo, enseñarle a hacerlo la primera vez, ayudarle o supervisarle las siguientes si es necesario y enseñarles posibles trucos.

Recompensar el esfuerzo

Es importante comenzar por tareas sencillas y gratificantes; demostrarle entusiasmo, elogiarle y valorar su ayuda para que se sienta bien, pero sin exageraciones. Seguro que le satisface sentirse competente y contribuir al bienestar de todos, y además es una forma de aumentar su autoestima. Algunas de estas primeras tareas podrían ser: recoger los juguetes, vaciar la papelera, barrer con un cepillo, poner la ropa sucia en el cesto o llevar el plato vacio al fregadero después de comer. La dificultad se incrementará a medida que aumentan sus capacidades, pero seamos realistas con las expectativas y procuremos que al principio no manipule objetos frágiles o caros.

Grata compañía

Podemos designar un día concreto para realizar ciertas tareas o asignar una tarea diaria a cada niño, pero lo primordial es realizar las tareas todos juntos para que sean cooperativos cuando crezcan. El hecho de establecer un objetivo común hace más agradable el trabajo. Si hablamos, cantamos, escuchamos música o inventamos algún juego mientras que realizamos las tareas (por ej. terminar antes de que acabe la canción), el trabajo puede resultar más divertido y le transmitiremos una actitud positiva hacia él.

Cuando no colabora

No es de extrañar que en algún momento se niegue a ayudar, sobre todo si quiere ponernos a prueba. Se pueden utilizar razonamientos sencillos para que comprenda el por qué hay que realizar las cosas (“si los juguetes están por el suelo nos podemos tropezar o se pueden romper si los pisamos”, “si terminamos las tareas ahora, tendremos tiempo libre para jugar”, etc.). También sirve de ayuda ofrecerle alternativas (“hoy vamos a ordenar tu cuarto ¿quieres empezar por los cuentos de la estantería o vistiendo a los muñecos?”), utilizar juegos -como ya hemos comentado- (“fijar un tiempo para hacer algo con un cronometro”) o recurrir a la paciencia o el buen humor.

Virginia González. Psicóloga y maestra

La vitamina C ayuda a formar y reparar los glóbulos rojos de la sangre, los huesos y los tejidos del cuerpo humano. También ayuda a mantener sanas las encías de tu niño y fortalece los vasos sanguíneos, minimizando los hematomas causados por golpes y caídas.

Además, la vitamina C ayuda a la cicatrización de cortes y heridas, fortalece las defensas del organismo y ayuda a controlar las infecciones. También ayuda al organismo a absorber el hierro.

La vitamina C está presente en tantos alimentos que su deficiencia es poco habitual. No es necesario que tu hijo ingiera diariamente la cantidad recomendada de vitamina C, sino más bien que el promedio diario de vitamina C consumida a lo largo de varios días, o incluso una semana, corresponda a esa cantidad. Durante el invierno, los niños están mucho más propensos a contraer enfermedades propias de esta época, tales como resfriados, gripe, influenza y enfermedades respiratorias, entre otras, siendo los menores de dos años los más afectados. Esto se debe a que su sistema respiratorio está menos desarrollado y su sistema inmune más inmaduro, lo que los hacen más vulnerables. Una buena forma de protegerlos de las enfermedades invernales, es fortalecimiento de sus defensas a través del consumo de vitamina C. La principal forma de obtenerla es a través del consumo de frutas y verduras, sin embargo, esta opción no es necesariamente la más segura debido que el consumo a través de ellas no esencialmente garantiza que el organismo reciba la dosis necesaria. A esto se le suma que la vitamina C proveniente de los alimentos no siempre se encuentra en las mejores condiciones, debido a que ésta se oxida irreversiblemente cuando se expone a la luz solar, oxígeno y/o calor. Además, la vitamina C no sólo ayuda a fortalecer las defensas de los niños, sino que también tiene otros grandes beneficios que podrían ser de gran ayuda para su desarrollo físico. Por ejemplo, la vitamina C, debido a que tiene un rol importantísimo es la síntesis de colágeno, es fundamental para el desarrollo de los huesos y tejido conectivo, fortalecer la dentadura, cicatrización de las heridas y mejorar la absorción del hierro.

¿Cuánta vitamina C necesita tu hijo?

  • 1-12 meses: 50 mg/día
  • 1-3 años: 60 mg/día
  • 4-6 años: 70 mg/día
  • 7-9 años: 80 mg/día
  • 10-12 años: 90 mg/día
  • 13-17 años: 100 mg/día
  • 18 en adelante: 100 mg/día
  • Mujeres embarazadas: 115 mg/día
  • Mujeres lactantes: 150 mg/día

El consumo de más de 1000 mg al día pueden provocar cálculos renales, trastornos gastrointestinales y diarreas.

Los suplementos dietéticos no deben ser tomados con medicamentos sin consultar previamente a un médico.

Hay investigaciones que sugieren que el zumo producido puede perder entre el 50% y un 100% de sus vitaminas debido a la manipulación y proceso.

Menos del 50% de la población mundial cumple con las recomendaciones de ingesta.

En deportistas, la vitamina C previene lesiones en tejidos y/o articulaciones, además evita la fatiga crónica.

Enfermedades que puede prevenir: coronarias, derrames, artritis, cáncer de estómago y pulmón, cataratas.

En las familias monoparentales, cuando falta la figura del padre se pueden provocar algunas carencias en los hijos, pero si estamos atentos para compensarlas adecuadamente y no cometemos errores fáciles de evitar, nuestros hijos crecerán sin ninguna dificultad, con todas sus necesidades afectivas y de aprendizaje cubiertas.

Laura Arzate

El rol complemtentario del hombre y la mujer en la conformación de la familia, son necesarios para establecer una base firme y segura para el desarrollo de la personalidad del bebé. La importancia de que el niño o la niña se sienta aceptado por quienes lo rodean es determinante para un buen desarrollo, sobre todo por parte de sus padres o figuras protectoras.

El papel del hombre es importante desde el inicio, especialmente como apoyo emocional a su pareja; brinda seguridad económica, procura fortaleza, protección física, compromiso, capacidad para resolver problemas. Gracias a la presencia del padre, el niño adquiere la identificación masculina. En la edad preescolar el niño expresa un conflicto con su padres, lo ve como el rival a vencer, el obstáculo para obtener la atención y amor de su madre.

La resolución sana de este conflicto llevará a la formación de la identidad sexual, así como al establecimiento de normas en el niño. Finalmente entiende que su madre ama a su padre y también a él, pero desde su jerarquía de hijo.

Para las niñas, el padre es la figura idealizada, «su príncipe azul», rivalizando con la madre, finalmente renunciarán a éste hecho y se podrán identificar con la madre, cuando grandes, posiblemente busquen una pareja con las características de su padre.

Esta prohibición contribuye al desarrollo de la moral en el niño, es decir, a distinguir aquello que debe o no hacer. Así el padre se convierte en representante de la autoridad.

El padre provee identidad al hijo, el padre amoroso y presente, brinda la posibilidad de crecer con seguridad y confianza. En este marco estable, de ayuda y apoyo mutuo, la mujer se puede entregar con amor a su tarea de ser esposa, madre, y/o ejercer un oficio o profesión.

Cuando el padre no cumple su rol y no existe una figura sustituta, el bebé tendrá mayor dificultad para separarse de la madre, permaneciendo a veces fusionado a ella.

En los albores del nuevo siglo, las estadísticas de hogares donde el padre está ausente van en aumento. Por padre ausente entendemos que el progenitor está o ha estado ausente de la vida y crianza del hijo con el cual no mantiene un vínculo constante.

La ausencia del padre implica la ausencia de un intercambio emocional marcado por el desinterés, la irresponsabilidad, la falta de compromiso.

Su pobre participación la percibe el hijo como una pérdida y rechazo hacia él, aportando elementos para que el hijo sienta que él tiene algo malo que obliga al padre a alejarse de él. Cuando el padre no está presente en la crianza de los hijos, la madre es la que asume por lo regular los dos papeles. El de madre y padre. Esta doble función limita el cumplimiento de sus funciones como madre. Al no contar con los recursos y como la jefa del hogar, se convierte en proveedora y cuidadora, pasando la mayor parte del tiempo fuera del hogar, lo que limita el efectivo cumplimiento de sus funciones, desapegándose de manera temprana del hijo, limitando el tiempo de atención, dejando a los hijos en un desamparo emocional, y en situaciones de riesgo de sufrir algún tipo de abuso infantil.

A la falta del padre en la vida interior del hijo, le sobreviene un sentimiento de orfandad y abandono que operará en las diversas etapas del desarrollo, aumentando con ello el índice de expresar alteraciones en el desarrollo:

De los 0 a los 3 años:

• Berrinches, conducta agresiva, problemas de atención, alteraciones del sueño, conducta bélica, aprendizaje tardío o retrocesos en control de esfínteres y hábitos de cuidado personal, trastornos de la alimentación, problemas de identidad.

De los 3 a los 5 años:

• Ansiedad e inestabilidad, miedos, fantasías de abandono y muerte del padre. Sentimientos de culpa, inadaptación a la escuela, poco gusto por el desarrollo de actividades, apartarse de los demás.

De los 6 años de edad a los 12 años:

• Sentimientos depresivos, tristeza, sentimientos de abandono y carencia afectiva, manifestaciones de agresividad e ira, dificultades en el rendimiento escolar, en las relaciones sociales, hiperresponsabilidad, ausencia de quejas, auto exigencia.

De los 11 a los 16 años:

• Sentimientos de inseguridad, quejas de molestias físicas, rebeldía exaltada, actitudes de pasividad y desinterés, tendencia al fracaso, conductas delictivas, consumo de drogas, tendencias a mostrarse agresivos con sus compañeros y de auto agredirse.

De la juventud a la edad adulta:

• Mayores sentimientos de inseguridad, ansiedad en las relaciones con los demás, miedo al fracaso y a las relaciones de pareja, intensa lucha por no repetir lo vivido en su infancia, mayor tendencia a expresar conductas de violencia en las relaciones de pareja, de divorcio.

Un estudio realizado en Estados Unidos referente a la ausencia del padre en el hogar, refleja los siguientes riesgos en los hijos:

  • 165% de posibilidades de sufrir abandono físico considerable.
  • 74% de posibilidades de ser víctimas de abandono emocional.
  • 120% de posibilidades de sufrir algún tipo de abuso físico.

Por lo anterior se sugiere que el niño se puede beneficiar del contacto con un modelo sustituto paterno (abuelo, tío, padrino, padrastro) respetable, benévolo, dispuesto a mantener una proximidad y contacto emocional estable y protector (sean o no padres biológicos), con el cual el niño tome el modelo masculino y viva lazos de amorosos de afecto.

También la figura paterna se puede construir a través de lo que la madre expresa del padre, un discurso que muestre a un padre abandonado e irresponsablemente, servirá para deformar en la mente del niño el modelo masculino.

Por el contrario, una madre que ha sabido conciliar las diferencias con su pareja y que enfrenta el abandono con sus recursos personales y uso de las redes de apoyo sociales (familia, programas de apoyo económico, etc.). Podrá ayudar a su hijo a construir una imagen paterna adecuada.

A todos los padres nos preocupa la alimentación de nuestros hijos, pero no siempre conseguimos que coman como nos gustaría. Lo que para nosotros es el momento de comer, para ellos es una oportunidad más de controlarnos. A pesar de esta dificultad, enseñar a nuestros hijos a comer con orden es fundamental para su desarrollo.

María Grass

La hora de la comida, es en muchas casas una hora difícil, padres desesperados ante sus pequeños de 3, 4 ó 6 años y más mayores, negándose a ingerir lo que su progenitor le ha preparado para comer. La batalla se convierte en una lucha muchas veces porque dejamos que los niños nos controlen. A través de esa lucha y de nuestra preocupación, que perciben de forma instantánea como si llevaran un radar, ellos consiguen mucha atención de los padres y ahí empieza el problema.

Todos hemos visto situaciones en las que para que el niño coma la mamá le canta, el papá le hace el avioncito y la abuela se asoma con su colección de muecas y jueguitos con tal de que nuestro hijo abra la boca… y esto ocurre todos los días, varias veces al día, para desesperación de los padres. Llegados a este punto debemos ponernos manos a la obra para corregir un mal hábito que nuestro pequeño ha adquirido.

Pero empecemos por el principio, los niños empiezan a probar sabores nuevos, diferentes de la leche materna o maternizada, cuando tienen pocos meses, primero cereales, luego la fruta sobre los 6 meses y poco a poco siguiendo las instrucciones de su médico pediatra se van introduciendo verduras, carnes, pescados y huevos. Pues bien, es en este principio cuando debemos ir estableciendo una buena relación con la comida.

Se trata de un proceso educativo, un hábito más que tendrá que aprender, con el que además nuestro hijo sentará las bases de su forma de adquirir hábitos, ya que, junto al hábito de irse a dormir, es de los primeros que tienen que afrontar.

Conseguirlo dependerá de diferentes factores, a los niños tragones todo les va bien, cuando nuestro hijo es más inapetente tendremos que tener más paciencia y ayudarle a descubrir cosas que le puedan gustar, pero la mayoría de las veces cuando se establece un mal hábito con la hora de la comida los responsables somos los padres. Atentos en este punto, lo importante es la firmeza y la calma.

La premisa fundamental es que el momento de la comida debe ser un momento tranquilo y agradable, con tiempo para sentarnos junto a nuestro bebé y de forma calmada ir ofreciéndole poco a poco sabores nuevos. Hay que empezar de uno en uno y cuando pasados unos días se haya acostumbrado al primero y lo disfrute pasamos al siguiente. Esta es además una buena forma de controlar posibles alergias alimentarias.

Es posible que no le gusten todos los cambios, respeta al principio sus preferencias para que gane el hecho de que se siente a comer con ilusión y no temiendo un sabor desagradable, pero poco a poco debes ir incorporando todos los tipos de alimentos. Podemos prescindir de la pera si le provoca saquito y ofrecerle otro tipo de frutas en su papilla, pero nunca no darle fruta porque no le gusta… debemos ser pacientes, insistir con suavidad y de forma positiva y pasado un tiempo razonable retirar el plato aunque no haya terminado. En estos casos una cucharadita es un éxito. Eso sí, nunca ofrezcas una alternativa de otra cosa para comer, si lo haces estás perdido, hay niños que sobreviven a base de patatas fritas, pasta, arroz y poco más, pero que devoran chucherías, solo porque nunca tuvimos la paciencia suficiente y la firmeza clara de retirarles el plato cuando se niegan a comer y esperar a la siguiente comida.

Otro punto importante a la hora de que los niños aprendan a comer es que entre el año y medio y los dos años ya pueden integrarse perfectamente, con su trona, en la mesa de la familia. esta es una muy buena oportunidad para integrar a los más pequeños en actividades conjuntas ya que, a parte de los momentos de juego que les podamos dedicar, no hay muchas más ocasiones de hacerles partícipes de la vida en familia, llena de tareas, trabajos y obligaciones de los padres y los hermanos mayores.

También debemos ofrecer a nuestros hijos la oportunidad de comer solitos. Deja entonces que intente comer con las manos sin importarte que se manche, un babero de buen tamaño reduce el posible desastre y tu hijo estará aprendiendo. Primero, pequeños trocitos de pan, galletas, jamón cocido, gajos de mandarina partidos… no olvidemos en este punto que siempre hay que estar vigilantes cuando se le ofrece a un niño pequeño alimento sólido para que empiece a masticar por el riesgo de atragantamiento, nunca te alejes habiendo dejado un trozo de pan en su manita.

Poco a poco permítele jugar con cubiertos y vasos de plástico que no puedan lastimarle, con ayuda al principio, irá aprendiendo a llevarse la comida a la boca, empezando con comidas de cuchara y algo consistentes, tipo yogur o puré que les facilite la tarea, empezar con guisantes que ruedan por la mesa no es la mejor idea, salvo que vaya a utilizar las manos.

Nada hay más estimulante para un niño que la autonomía, «¡mira que mayor soy, como solito!» Lo anuncian todos los niños cuando por fin lo consiguen y no nos olvidemos que la autonomía es una de las bases de la autoestima para el día de mañana.

Como en cualquier otro aprendizaje de nuestros hijos vamos a ofrecerle lo nuevo desde una actitud positiva y no de obligación, invitándole a probar, alabando y recompensando sus logros o sus intentos con nuestro reconocimiento, e incluso con pequeños premios al final de la semana por ejemplo, siendo flexibles, permitiéndole escoger de vez en cuando, agradándole con sus platos favoritos en fechas señaladas y permitiéndole elegir uno o dos alimentos que realmente no soporte para eliminarlos del menú, le hará sentir que se le tiene en cuenta. Déjale participar en cuanto pueda en las tareas de poner y quitar la mesa y por supuesto también cuando es más mayorcito anímale a cocinar, todos los niños disfrutan de una comida en la que han participado, aprovecha fines de semana y vacaciones para cocinar juntos platos sencillos y descubre su potencial como chef.

Por último recuerda que no debes poner demasiada cantidad de comida en su plato, en esto sobre todo madres y abuelas siempre exageramos, es preferible que coma menos cantidad y se sienta orgulloso de haber terminado; no le castigues ni reprimas por no acabar el plato, limítate a retirarlo de la mesa y se firme para no ofrecerle nada más hasta la siguiente comida, por supuesto nada de golosinas ni botanas entre horas, esto arruina cualquier intento de enseñar a tu hijo a comer bien.

Y en cuanto a ti como padre o madre, si ya estás en la batalla diaria de la comida no te obsesiones, no les des pistas de lo mucho que te agobia que no coma, si es el caso, ni te sientas culpable si tu hijo come mal. Ningún niño que está creando un problema con la comida, después de unos días de aplicar con firmeza todo lo anterior, en los que habrá llantos y gritos demandado otra cosa para comer, pero en los que deberás mantener la calma y la tranquilidad a toda costa, se pone enfermo por falta de alimento, muy al contrario, lo que ocurre es que, poco a poco aprenden a comer.

Educar a los niños en un ambiente de seguridad y cercanía en el que sepan que siempre estamos ahí, les ayuda a superar ese miedo momentáneo y les enseña a enfrentarse y superar otro tipo de miedos el día de mañana.

Sin embargo no debemos alarmarnos, ya que salvo que estos episodios generen efectos secundarios importantes del tipo ansiedad, irritabilidad, dificultad para conciliar el sueño, etc., no vamos a necesitar de consejo o intervención psicológica. Poniendo toda nuestra atención para ayudar a nuestro hijo a pasar por esta etapa conseguiremos superarla.

Primero de todo debemos saber qué son las pesadillas y qué efectos provocan en nuestros hijos. Se trata de sueños que se producen en una fase determinada del ciclo del sueño, en concreto la fase REM, fase muy activa del cerebro en la que el niño elabora sueños muy detallados que le producen experiencias muy reales cargadas de emociones muy intensas de miedo y ansiedad, suelen producirse en la segunda mitad de la noche. Durante la pesadilla nuestro hijo despertará angustiado y podrá relatarnos al despertar la historia vivida y los monstruos, fantasmas, animales imaginarios o «malos» que querían hacerle daño.

En el caso de los terrores nocturnos, el niño no despierta fácilmente si no que llora, grita e incluso verbaliza en estado de somnolencia, apenas recuerda el contenido del sueño y experimenta una gran ansiedad. Los terrores nocturnos se desarrollan en una fase diferente, no REM, del ciclo del sueño, suele darse en la primera mitad de la noche.

Ambos episodios suelen remitir a medida que el niño se va haciendo mayor, aunque todos los adultos en algún momento sufren también de pesadillas, y forma parte, según la psicología establece, el proceso mauritano del niño, siempre que no vaya asociado a vivencias traumáticas, accidentes o lesiones sufridas previamente, en cuyo caso también se haría necesaria una intervención de tipo psicológico según la gravedad.

Como vemos las pesadillas no pueden evitarse como tales, pero es cierto que si podemos, como padres, evitar situaciones que van a favorecer su aparición. El ver películas de miedo o inapropiadas para la edad del niño, sobre todo antes de dormir, los cuentos con figuras de terror, el permitir que amiguitos o hermanos mayores se diviertan asustando a los más pequeños… son todas ellas actividades a evitar.

Pero qué hacer cuando el niño se despierta angustiado, sudando y gritando en medio de la noche?

Lo primero de todo y en cualquier caso tener establecido un buen hábito para ir a dormir (ambiente relajado, baño y cena ligera, un cuento o una canción antes de dormir, un amigo de sueños…), después unas cuantas pautas sencillas y repetidas en cada episodio que ocurra:

  1. Acudir inmediatamente y hacerle sentir que no está solo. Nuestra presencia a su lado es el primer paso para recuperar la seguridad.
  2. Ofrecerle consuelo y cariño en ese momento. Debe saber que es lógico asustarse de una pesadilla y que no es malo asustarse. No le recrimine por ser pequeño y por asustarse.
  3. Explique a su hijo que los sueños no pueden hacernos daño y que es algo que nos ocurre a todos, que puede volver a dormirse sin miedo.
  4. Aproveche la imaginación infantil para hacer desaparecer los sueños malos de la habitación con sus «poderes mágicos de padre», incluyendo el armario y debajo de la cama si el niño lo necesita.
  5. Ayude al niño a conciliar el sueño nuevamente, si hace falta puede dejar una luz encendida, ofrecerle su peluche o amigo de dormir y permanecer un rato a su lado, con palabras y recuerdos agradables.
  6. Por último evite trasladar al niño a la cama de los padres acostarse a su lado aunque nos venza el sueño, todo ello generará hábitos inadecuados que luego nos costará eliminar.

Ni el segundo es igual al primero, ni dos es el doble de uno… en esto de los hijos, las matemáticas no siempre son exactas.

Como con un hijo no basta… ¡llega el segundo! Los padres empiezan a redescubrir muchas cosas olvidadas, y a descubrir otras que desconocían. La primera es que a nivel de dedicación un hijo es un hijo, y dos son dos. En contra de lo que algunos apuntan: uno es uno y dos son uno y medio. Pero tranquilos, la experiencia como padres y personas sigue siendo grandiosa. Por otra parte, inconscientemente, los padres damos por hecho que el segundo será como el primero en cuanto a su forma de actuar y hacer, al menos en estas edades tan tempranas. Pero la realidad nos hace ver algo muy diferente: el segundo es muy distinto al primero. ¿Cómo puede suceder esto si el entorno familiar es el mismo y la forma de educarle también? Intentaré arrojar algo de luz enfocándolo sólo desde la observación.

El primer hijo tuvo como modelos a su padre y a su madre, personas adultas que se relacionan con él de forma adulta y adaptada a su comprensión del lenguaje y psicomotricidad. Su entorno, al margen de sus juguetes, también es adulto. Los objetos de la casa son de adultos. Y así el niño crece y evoluciona, aprendiendo a ser una persona y a relacionarse con los demás. Y aparece el segundo. Antes de que queramos darnos cuenta, resurge desde sus escasos ochenta centímetros de altura la personalidad de una nueva persona, de una nueva forma de pensar, de otra manera de ver y sentir lo que ocurre, de metas y objetivos propios, etc. Algo no nos encaja a los padres, es muy distinto.

Pero tranquilos, es normal. ¿Por qué? Si lo comparamos con el entorno en el que creció el primero:

  1. Entorno de referencia distinto. Tiene un punto añadido de referencia: su hermano mayor. Y le gusta mucho más que sus padres, pues es alguien más cercano (y no sólo en altura) y que entiende mejor los juegos y bromas. E incluso se intercambian los gestos y bromas a copiar.
  2. Nuevas actitudes a aprender. Ve en su hermano mayor cómo enfadarse, cómo reír, cómo patalear, cómo ayudar, cómo comer… Esto sirve de tirachinas para un aprendizaje más acelerado en todos los sentidos.
  3. La televisión también enseña (bien y mal, ya sabes). Aparece otro canal de aprendizaje más cercano: los dibujos y películas de su hermano mayor. Aunque no estén diseñados para él, no queda lejos de su comprensión, por lo que tiene una fuente de información y entretenimiento que no tenía su hermano que veía los dibujos acorde a su edad.
  4. Dos contra el mundo. No tardarán mucho en hacer pareja y a jugar juntos. Confabularán travesuras y se cubrirán y cuidarán. El sentimiento de pertenencia al núcleo familiar aumenta.
  5. Psicomotricidad acelerada. Lo de saltar en el sillón y la cama tiene su gracia, así que para lograrlo luchará contra sus propias limitaciones físicas antes de tiempo. Son persistentes. Y un día le descubres saltando antes de lo que lo hizo el mayor, y a su hermano muerto de la risa.
  6. Otros juguetes. Tiene acceso a los juguetes de su hermano mayor como los Playmobil, para lo que su psicomotricidad fina debe llegar antes si quiere disfrutarlo. Lo sabe, y echa el resto.

En definitiva, no serán iguales porque su aprendizaje es distinto, pues el entorno así lo es. Lo divertido es ver cómo se supera y cómo crecen juntos. Disfrutémoslo sin olvidar que son dos personas distintas, y todos debemos adaptarnos.


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