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Primeros tropezones
Posted 13 agosto, 2015
on:Para que el primer contacto de tu hijo con la masticación sea positivo, ve despacio, deja que se adapte poco a poco a las nuevas texturas y a la presencia de trocitos en sus papillas y cuenta con la ayuda de expertos en nutrición y alimentación infantil.
¿Te acuerdas de cuando tu hijo empezó, hacia los 6 meses, con los primeros purés y papillas? A esa edad su aparato digestivo ya estaba preparado para aceptar la comida semisólida y sus riñones ya podían asimilar una dieta diferente a la leche. La norma prioritaria, ¿cuál fue? Respetar su ritmo y tomártelo con mucha paciencia.
Ahora, hacia los 11-12 meses se presenta otro reto en la evolución del niño: ¡aprender a masticar! Es un proceso complicado, así que de nuevo recurrimos al mismo principio: nada de agobios y mucha paciencia. Vamos por partes.
Lo primero es saber si el pequeño está preparado para masticar. La edad es aproximada, cada niño sigue su propia evolución, pero fíjate en si cumple estos tres requisitos:
- Ya no tiende a sacar de la boca con la lengua cualquier alimento que no sea líquido.
- Cuando le das su puré, mueve la lengua hacia los laterales como si masticara.
- Mira con interés y abre la boca ante alimentos que coméis vosotros.
Si has contestado sí a dos de ellas, puedes empezar ya a darle papillas y purés menos pasados de lo habitual. A muchos niños les resulta extraño, pero no plantean problemas ante estas texturas menos homogéneas. Es un buen comienzo, ve aumentando poco a poco la densidad de su puré y seguro que en breve puedes empezar a incorporar trocitos a sus comidas.
Pero también puede suceder que lo rechace. En este caso, espera un par de días a que se le olvide e inténtalo de nuevo, un par de cucharadas bastan. Recuerda que el proceso ha de ser progresivo. Muchas de las negativas a masticar que manifiestan los niños mayores de 18 meses están motivadas por forzar la situación cuando el pequeño no estaba preparado para hacerlo.
La importancia de masticar
Masticar, además de triturar los alimentos para favorecer su digestión y permitir un paso más hacia la alimentación de adultos, contribuye al buen desarrollo de la mandíbula y de la dentadura del niño. Para hacerlo, el bebé tiene que aprender una nueva técnica (diferente a la que está acostumbrado a usar de paladear y tragar) y ha de poner en funcionamiento una serie de estructuras como son la lengua, los labios y los músculos de la mandíbula. Todas ellas van a influir en el desarrollo armónico de su carita y van a sentar las bases para que se inicie en el lenguaje. Como ves, estamos ante un proceso importante. Si tu hijo acepta bien las nuevas texturas, el siguiente paso es ofrecerle patata cocida aplastada con el tenedor, galletas de dentición, un trozo de pan, granitos de arroz… Si le das zumo a cucharadas, no lo cueles, para que paladee la pulpa. Ponle trocitos de plátano para que se los lleve a la boca con la mano, los aplaste con las encías y trague lo que ha masticado (verás que no decimos nada de los dientes, las encías son lo suficientemente fuertes como para hacerlo). Y si muestra interés en ello, deja que meta la cuchara en su puré y pruebe a comer de ella.
Si no hace ascos, ni se atraganta, ha llegado el momento de probar con papillas de trocitos. Dale su tiempo, deja que paladee, mastique y trague a su ritmo, no agobies con la cuchara.
Por su seguridad
Cuando el niño quiera tomar algo de la comida de los mayores, puedes darle trocitos, pero hay una serie de alimentos que por seguridad no le debes ofrecer hasta que la masticación y la deglución estén perfeccionadas. Entre ellos: frutos secos enteros, palomitas, patatas fritas de bolsa, salchichas o aquellos que por su forma puedan ser tragados sin querer y sin masticar, como aceitunas, caramelos, garbanzos sin aplastar, granos de maíz o gominas (atención si hay hermanitos mayores en casa).