Escuela de Padres

Un momento especial

Posted on: 18 agosto, 2015

Cambiarle el pañal nos permite rebajar unos instantes el ritmo frenético del día a día para demostrarle cuánto lo queremos.

Sabemos que los bebés se alimentan y crecen felices no solamente gracias a la comida, sino que también se nutren del contacto directo piel con piel, de amor y de cariño, de la comunicación estrecha que comparten con nosotros. Pero, a veces, el día pasa deprisa y hemos estado tan ajetreados que apenas hemos tenido tiempo de mirarlo a los ojos. Es esa misma prisa la que, en algunas ocasiones, nos lleva a olvidar el enorme valor que tiene ese contacto cercano, esa nutrición afectiva… ¿Por qué no aprovechar cuando le cambiamos el pañal para detener unos minutos el reloj y pararnos, al fin, frente a nuestro hijo con toda nuestra presencia? Con nuestros ojos, nuestra sonrisa, nuestra voz y nuestras manos totalmente disponibles, esas manos que le proporcionan la seguridad emocional que necesita para crecer en armonía.

Cuidar los detalles

Es importante tener todo lo necesario a mano (el nuevo pañal, las toallitas…) y asegurarnos de que la estancia esté caldeada, sobre todo si estamos en esta época del año que hace tanto frío. Cuidar esos detalles será clave para mantener el bienestar del pequeño, sin tener que interrumpir bruscamente esos instantes y pudiendo alargar nutritivamente el a veces mecánico «cambio del pañal», siendo capaces de convertirlo en unos instantes de unión, complicidad, placer…

Si disponemos de tiempo suficiente como para dedicarle un ratito de caricias, nos quitaremos el reloj, los anillos y las pulseras, e intentaremos calentarnos las manos con unas friegas antes de tocar directamente su piel. Podemos usar un aceite de almendras o de caléndula, a poder ser ecológicos, o bien otras cremas que consideremos adecuadas para la piel de nuestro hijo, pero nuestras manos serán igualmente bienvenidas si no usamos producto alguno.

El tacto es un poderoso medio para el desarrollo fisiológico, psicológico y emocional del bebé. Es un nutrientes que beneficia tanto al bebé como a nosotros porque estimula y fortalece el vínculo establecido, así como la escucha mutua.

También podemos aprovechar para compartir con nuestro hijo lo que justo en ese momento deseamos expresarle, desde contarle por qué hoy nos sentimos de esa determinada manera o si algo nos inquieta hasta realizar cómicas interacciones acerca de lo que nos gusta esa sonrisa, ese piececito o esa barrigota…

Esto solo son ideas. Tú, como cada madre, encontrarás aquella manera en la que te sientas más cómoda; será única y maravillosa, será vuestro propio modo de compartir la intimidad de esa situación.

Respetar sus deseos

Es importante que antes de empezar le pidamos permiso preguntándole si nos deja hacerle un amasijo en las zonas que vamos indicando con nuestros dedos. Observando su respuesta sabremos si le apetece y nos da permiso, si está cansado o si justo entonces necesita otra cosa, como mamar o que lo cojamos aúpa. Las respuestas pueden parecernos sutiles al principio: un bostezo, vuelve la cabeza, una mirada hacia otro lugar… cuando no se siente muy receptivo. Sin embargo, nos muestra una leve sonrisa o una mirada fija cuando está disponible…

Estas son buenas oportunidades para cultivar en nuestro hijo el respeto profundo por su propio cuerpo, la comunicación cercana y el vínculo entre nosotros.

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