Escuela de Padres

Archive for agosto 19th, 2015

Solemos pensar que, cuanto más complejo, mejor pero es preferible que sea simple y despierte sus ganas de explorar y descubrir.

Hasta hace unos años, no pasaba nada si el niño recibía un exceso de estímulos, porque se pensaba que, cuando no estaba preparado para recibirlos, simplemente los ignoraba. En cambio, estudios recientes de neurociencia indican que esto puede provocar deficiencias importantes en su capacidad de aprendizaje, ya sea por un bloqueo emocional, por dificultades de concentración o por modificaciones en su sistema de memoria. También la intolerancia a la frustración y la necesidad constante de incentivos pueden estar asociadas a un exceso de estímulos en los primeros años de vida.

¿Y cuándo los sobrestimamos? Pues cuando nos obsesionamos en obtener rendimiento de todo lo que les ofrecemos: juguetes con un sinfín de colores, luces, formas y sonidos, pantallas con juegos o dibujos para que aprendan más y más rápido, e incluso al rebajar las horas d sueño durante el día para aprovecharlas con más ejercicios.

En su justa medida

Los estímulos son todo lo que nos entra a través de los sentidos: vista, oído, tacto, gusto y olfato. Así, brindárselos a nuestros hijos se convierte en un medio de comunicación excelente cuando se plantea desde la confianza, el amor, la ternura y respetando sus ritmos. Se trata de ofrecerles palabras y besos que manifiestan nuestra felicidad ante sus progresos y esfuerzos. Y, por supuesto, rodeándolos de los juguetes adecuados en cantidad, variedad y funciones, porque los buenos no pretenden anticipar las etapas de desarrollo de un niño, sino colaborar en ellas despertando su curiosidad. Un exceso de juguetes cargados de funciones y ofrecidos como ejercicios que deben realizarse, y no como un juego de exploración, nos aleja del objetivo, pudiendo llegar a convertirlo en una tarea.

¿De verdad creemos que el tener muchas funcionalidades, colores o sonidos hace mejor a un juguete? Sabemos que no, porque vemos cómo nuestro hijo se entusiasma con una sencilla muñeca de trapo o disfruta saltando en un charco. Observemos sus juegos sin prisa, pongamos palabras a sus acciones y dejémosles sentir nuestra presencia con nuestra mirada, nuestras sonrisas y nuestro entusiasmo ante sus descubrimientos. Ofrezcámosles juguetes que despierten sus ganas de mirar, tocar, oler, imaginar, explorar y disfrutémoslos juntos. No tengamos dudas, nuestros hijos crecerán sanos e inteligentes y, sobre todo, felices.

Inma Marín


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