Escuela de Padres

Archive for agosto 25th, 2015

Algunas veces es difícil detectarlo, sobre todo en los bebés que no hablan. Pero si al tocarles la oreja llorar y vuelven la cabeza, todo apunta a que esta es la causa de su malestar.

Todos hemos experimentado dolor alguna vez en nuestra vida, y sabemos la inquietud que causa y la incapacidad que tenemos en esas circunstancias para actuar con normalidad. Porque en el dolor hay dos aspectos que se vehiculizan a través del sistema nervioso: la lesión en los tejidos, que produce una experiencia sensorial, y la experiencia emocional, que es subjetiva.

Si el oído es el afectado, provoca uno de los dolores más difíciles de soportar. Los padres hemos pasado por ello, y cuando sospechamos que nuestro hijo puede tenerlo, la angustia y la pesadumbre se potencian porque, en muchas ocasiones, no sabemos cómo calmarlo.

La otalgia (dolor de oídos) es una causa de consulta frecuente. Conocer algunos aspectos del dolor nos permitirá entender el proceso y poder aplicar medidas para que los niños puedan sobrellevarlo de la mejor manera posible.

Dependiendo de la edad que tengan, nuestros hijos nos ayudarán a manejar la situación, o al menos, a detectarla. Cuando son mayores y saben diferenciar dónde les molesta, ponen su mano en la oreja y nos dicen: «Me duele», o si son más pequeños, «Pupa» o la palabra que usen habitualmente para designar el dolor.

Si son lactantes o aún no hablan, expresan el dolor llorando intensamente o mostrándose muy inquietos, sin apenas momentos de relajación. Parece que nada los pueda tranquilizar. Localizar bien el dolor es importante. De hecho, es un saber popular que se ha perdido: las abuelas de antes sabían que, al apretar una parte concreta de la oreja, el dolor se agudizaba. Esta maniobra de realizar presiones alrededor del oído es lo que los médicos llamamos «signo del trago». El trago es el cartílago con forma de media luna que tenemos en la parte externa de la oreja, el cual se extiende hacia el conducto auditivo externo, que llega hasta el tímpano. Es esta conexión la que hace que se tengan una mayor sensación de dolor, y por eso, al presionar esta zona de la oreja, haciendo que se mueva el cartílago, si duele, significa que hay alguna parte interna que está inflamada.

Medidas inmediatas

Seguramente, las madres cuyos hijos padecen dolor de oído con frecuencia ya tienen claro qué hacer. Como cualquier dolor sin lesión o causa importante, lo primero que debemos hacer es intentar aliviarlo.

Los analgésicos orales más utilizados en estos casos son el paracetamol y el ibuprofeno. El primero se da a los bebés pequeños y el ibuprofeno se deja para cuando ya son más mayores. En cuanto a las dosis, se administrarán las que recomienda habitualmente el pediatra.

Los tratamientos locales en forma de gotas los receta el médico después de analizar la situación. En algunas ocasiones, los especialistas en otorrinolaringología y los pediatras recomendamos gotas externas, una vez ya hemos constatado que el tímpano está intacto, y en el caso de que esté perforado, valorando el riesgo-beneficio del tratamiento. En ningún caso, se administran las gotas sin prescripción médica, ya que corremos el riesgo de arrastras hacia el interior del oído las sustancias y la suciedad que estén en la salida del conducto auditivo, propiciando una infección en esta parte y una otitis externa. Cuando el tímpano está perforado, aumentan las posibilidades de que el cerumen y los contaminantes lleguen al oído medio. Antes de que existieran los medicamentos analgésicos para tratar el dolor, se recurría de forma sistemática a otras técnicas como aplicar calor en la zona afectada (con una toalla, por ejemplo). Durante años también se ha optado por colocar un poco de algodón en la entrada del oído y se han utilizado gorros para mantener la zona afectada caliente. Incluso en determinados grupos culturales se creían en el poder curativo de la leche materna, y era habitual que se la pusieran a los lactantes que sentían dolor, como si de las gotas actuales se tratara. Cualquiera de estas medidas es muy posible que tengan algún efecto positivo en los niños, pero hasta el momento no ha sido estudiado, de manera que no se pueden recomendar de forma rutinaria.

Identificar la causa

Una vez calmado el dolor, hay que ver cuál es su origen. Aun así, si el niño se ha tranquilizado y no demuestra sentir más molestias, no es necesario acudir a un servicio de urgencias. Si vuelve a mamar con normalidad, no tiene fiebre ni otros síntomas, desplazarse a un centro sanitario a las tres de la madrugada, con frío y dispuestos a esperar, no tiene mucho sentido. El diagnóstico se puede completar con una horas de demora, sin ningún problema. No obstante, identificar la causa del dolor y aplica el tratamiento adecuado -en el caso de encontrar una razón que lo precisara- es imprescindible. En muchas ocasiones, no existirá patología alguna, pero hay que confirmarlo para evitar que el niño corra riesgos innecesarios. El dolor de oídos es un síntoma y debemos abordarlo como lo que realmente es, una señal del cuerpo que nos indica que algo está ocurriendo, aunque no tiene por qué ser nada importante.

Demasiado cerumen o mucosidad

Una de las causas más recurrentes de este tipo de dolor tan molesto suele ser una obstrucción del oído, ya sea provocada por un exceso de cerumen o de mucosidad. La molestia que origina, sin ser aguda, puede llegar a ser fuerte e importante. Por lo general, después de tener la sensación de que el oído está taponado, se empieza a notar una disminución de la capacidad auditiva, así como una molestia que no cesa. Como ya he comentado, existen dos tipos de obstrucción, cuyo origen, aunque manifiesten síntomas parecidos, es totalmente diferente.

  • Obstrucción externa. Se debe a un tapón de cera que el oído produce de forma fisiológica e implica un malestar periódico, ya que se repite a menudo. Limpiar la zona con bastoncillos empeora la situación, porque se puede empujar el cerumen hacia el interior del oído, y según como se haga esta maniobra se puede lesionar la piel y provocar una otitis externa. En ocasiones, esta cera de color rojizo se elimina de forma natural, coincidiendo con aumentos de temperatura del organismo. La molestia desaparece y se recupera la buena audición.
  • Obstrucción interna. Los resfriados frecuentes y la mucosidad pueden producir una obstrucción de la trompa de Eustaquio, que es un canal pequeño que une el oído medio con la parte trasera de la nariz. En esta casos también aparece un malestar que puede convertirse en un dolor intenso si persiste mucho tiempo. Al no poder entrar aire en el oído medio, se produce una sensación de taponamiento parecida a la que sentimos cuando despega o aterriza un avión, o vamos en coche por un puerto de montaña. Si el taponamiento persiste y no entra aire en el oído medio, el tímpano se retrae, llegando incluso a inflamarse y a provocar un dolor intenso. También en este caso se produce una disminución de la audición. Con lavados de nariz o mediante acciones que ayudan a abrir la trompa de Eustaquio -como masticar o mamar-, el aire entra en el oído medio, desaparece la sintomatología y se mejora la audición.

Sea cual sea el origen, recordemos que el dolor de oído puede afectar al descanso de nuestro hijo, a su alimentación y a su actividad diaria. Reducirlo o eliminarlo siempre es la prioridad.

Dr. Luis Ruiz


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