Escuela de Padres

Archive for agosto 26th, 2015

Y oírte  y olerte, porque los recién nacidos llegan con estos sentidos muy desarrollados para lograr captar toda la atención y así garantizar su supervivencia.

Unos seductores natos, así son los recién nacidos humanos, que llegan a este mundo ávidos de interacción, como bien corresponde a la especie más sociable de la naturaleza, y equipados de serie para seducir y recibir atención. Con una cabeza y unos ojos grandes, en proporción al cuerpo y la cara respectivamente, y las mejillas bien redondas, es muy fácil sentir ternura nada más verlos, y no solo le ocurrirá a sus padres, sino a cualquier persona que comparta tiempo y establezca un contacto estrecho con ellos.

Adaptándonos al bebé

Es curioso comprobar los efectos que produce en la conducta de los adultos el hecho de tener un recién nacido o un bebé de pocos días cerca. Muchas personas, y especialmente las madres, desarrollan una peculiar manera de interactuar con él cuando lo tienen entre sus brazos: le hablan de una forma especial, gesticulan, cambian el ritmo de sus accione, y hasta mueven el cuello y el cuerpo de una forma que consideraríamos exagerada o extraña en otra situación. Es lo que Daniel Stern, uno de los pioneros de la psiquiatría perinatal, calificó como «conducta social provocada por el lactante». Este comportamiento incluye: gestos como, por ejemplo, acentuar al máximo las expresiones faciales; pequeñas preguntas, como si el bebé fuera a responder; soltar largas parrafadas con una voz aguda o fruncir el ceño par ir terminando la interacción. Además, lo habitual es mantener ininterrumpidamente el contacto visual y acercar bastante el rostro al bebé, algo que no solemos hacer con los adultos. Parece ser que esta conducta es bastante universal, porque no solo la tienen las madres y los padres, sino que también es fácil verla en los abuelos o en los niños y las niñas ya mayorcitos (a partir de los cinco o seis años, aproximadamente).

Este lenguaje especialmente diseñado para captar y mantener la atención de los más pequeños, y que les facilita la comprensión del lenguaje y la interacción con otras personas, es lo que se conoce como motherese o baby talk.

Vista, oído y olfato

Por su parte, los bebés llegan preparados para interactuar socialmente ya desde su nacimiento. Son perfectamente capaces de ver y enfocar a una distancia de unos 20 centímetros, la que va del pecho a la cara de la madre, es decir, pueden ver el rostro materno mientras maman con absoluta nitidez. Asimismo, está comprobado que a esta distancia sienten predilección por las caras humanas frente a cualquier otro estímulo visual. Les encantan los ojos, las bocas y las caras. En definitiva, los recién nacidos están preparados para mirar a los ojos de su madre desde el primer instante que pasan fuera del útero, ya sea mientras toman el pecho o cuando son sostenidos en brazos.

La vista madura rápidamente durante los tres primeros meses de vida. Con seis semanas, y pueden dirigir la mirada a los ojos de la madre, y con tres meses ya ven casi como las personas adultas.

El oído es otro de los sentidos que tienen más desarrollado al nacer. Oyen perfectamente, y prefieren las voces humanas a cualquier otro tipo de sonido; es más, se decantan antes por las voces femeninas que por las masculinas. Relacionado con este sentido, también cabe destacar que los bebés cuentan con la capacidad de sincronizar sus movimientos con el ritmo de la voz de la madre.

Igual de importante que la vista y el oído es el olfato, puesto que ya desde el nacimiento se observa que muestran una clara prioridad por los olores dulzones, así como por el de la propia leche materna, y con tan solo unos pocos días de vida, distinguen entre diferentes colores cómo huele su madre. En concreto, la reconocen a través del olor de su sudor y el de la leche que producen sus pechos.

El inicio de la empatía

La capacidad de imitación es probablemente una de las más sorprendentes habilidades de los recién nacidos. Con horas o días de vida pueden imitarnos cuando abrimos la boca, sacamos la lengua, o incluso cuando movemos los dedos. Es muy sencillo comprobarlo. Si a un bebé de pocos días que esté despierto lo sostenemos frente a nosotros mientras abrimos la boca lentamente, veremos cómo él repite la acción en pocos segundos, y lo mismo si sacamos la lengua. Esto que antes se consideraba anecdótico ahora se sabe que es clave para el inicio de la interacción social y está mediado por la activación de las llamadas neuronas espejo del cerebro. Estas neuronas, descubiertas inicialmente en los monos, se activan del mismo modo cuando hacemos un gesto que cuando vemos a otra persona hacerlo, y parece que cumplen funciones básicas en el desarrollo de la empatía.

Actualmente, se investiga si el hecho de no tener la capacidad de imitar al nacer puede ser un marcador temprano de riesgo de algunos trastornos del espectro del autismo, porque se ha comprobado que los macacos que al nacer no pueden hacerlo luego tienen ciertas conductas sociales comparables a las de las personas con autismo.

Seres emocionales

Charles Darwin, biólogo británico que sentó las bases de la teoría de la evolución de las especies, ya describió la enorme capacidad de los recién nacidos para expresar fácilmente todo tipo de emociones: desde el placer hasta el enfado, el miedo, la alegría o la pena. Pero además de esta capacidad facialmente todo tipo de emociones: desde el placer hasta el enfado, el mido, la alegría o la pena. Pero además de esta capacidad tan significativa que tienen para exteriorizar cómo se sienten, también pueden percibir las emociones con notable precisión y reaccionan inmediatamente a las que sienten en su entorno más cercano.

Durante las primeras dos semanas de vida, los bebés sonríen mientras duermen: es la denominada sonrisa endógena. Si además observamos que mueven rápidamente los ojos, tanto si están cerrados como semiabiertos, es que están en la fase REM del sueño, que es la que se asocia con la producción de los sueños. A partir de las seis o siete semanas de vida, la sonrisa cambia y se produce en respuesta a estímulos de interacción.

Lenguaje no verbal

Por supuesto, a nivel sensorial, los bebés perciben el dolor y el placer, sienten y padecen, algo que se negó durante mucho tiempo, hasta tal punto que se llegaba a intervenir quirúrgicamente a los bebés sin anestesia, y de eso no hace tanto tiempo, hablamos de mediados de los años 80.

Por otro lado, hasta casi los tres primeros años de vida domina el hemisferio derecho del cerebro, y solo después de la adquisición del lenguaje, el izquierdo pasa a tomar las riendas. ¿Qué significado tiene este dato? Muy sencillo, los bebés están especialmente dotados para percibir el lenguaje no verbal y las emociones, y necesitan sentirlas e integrarlas con la ayuda de sus figuras de apego para regularlas antes de empezar a hablar.

En el pediatra

Es importante tener en cuenta estas capacidades, sobre todo a la hora de atender su salud, ya sea en la consulta del pediatra o si están hospitalizados. Si hay que explorarlos, o hacerles algún procedimiento o intervención, es muy importante que la madre o el padre se lo expliquen con sus palabras. Por ejemplo, si el pediatra se acerca con calma al bebé de pocos días para hacerle un reconocimiento, le habla, le pide a la madre o al padre que lo ayuden a desvestirlo…, es altamente probable que este se deje explorar tranquilamente y hasta parezca disfrutar de la situación. Por el contrario, si el pediatra se acerca nervioso, no le habla, lo explora en silencio o bruscamente y recordando el enfado que tiene con su jefe…, es bastante posible que el bebé llore y llore, y siga llorando incluso después de que el médico se haya ido.

En las hospitalizaciones, además de favorecer el contacto piel con piel de los cuidados canguro y que los bebés estén siempre acompañados por los padres, también puede ayudarlos a relajarse el hecho de que la madre les deje una prenda de algodón que haya llevado puesta y guarde su olor, cuando los padres deban ausentarse.

Dra. Ibone Olza


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