Escuela de Padres

Archive for agosto 27th, 2015

Muchos padres se encuentran en esta situación y no hay razón para preocuparse. Con el tiempo, y vuestro ejemplo, los niños descubrirán cómo pueden reaccionar cuando están enfadados.

Los niños pequeños, sobre todo entre el año y los tres años de edad, a veces muerden. Algo más los niños que las niñas. En un estudio clásico realizado hace 30 años en una guardería norteamericana, lo niños de 16 a 30 meses mordían como media una vez al mes. Los incidentes era más frecuente en el mes de septiembre, y los niños nuevos recibían más mordiscos.

Es normal. No son niños «malos» ni «agresivos», no tienen un problema psicológico o de conducta, no están malcriados, no es «culpa» de ellos ni de los padres, ni de la tele. Pueden morder porque están enfadados, nerviosos o cansados; porque no saben qué necesitan; pueden morder por pura rabia o por pura curiosidad. Muerden, básicamente, porque aún son pequeños y no saben que eso no se hace. Ya lo aprenderán.

Los más pequeños, decía, a veces muerden, simplemente por curiosidad. No es una agresión, no está peleándose, ni siquiera está enfadado, simplemente muerde a otro niño (o a un adulto) para ver qué pasa. ¿Acaso no muerde los juguetes y los peluches, el periódico y el mando de la tele, su propio dedo y el de su abuelo, incluso el pezón de su madre? Los bebés tienen una gran sensibilidad en la boca, exploran y tocan más las cosas con la boca que con la mano.

Una conducta normal

Como estos mordiscos exploratorios surgen sin motivo aparente ni provocación alguna entre dos niños que parecían estar muy felices juntos, algunos adultos pueden pensar erróneamente que es una muestra de especial crueldad: «Que niño más malo, lo ha mordido porque sí. El otro no le había hecho nada». No, no es maldad. Es una conducta totalmente normal en niños muy pequeños.

En ocasiones, el que muerde es el primer sorprendido al ver el efecto: «Mi osito no se queja cuando lo muerdo, ¿por qué mi amiguito se pone a llorar?» Puede ocurrir que el «agresor» rompa a llorar más fuerte que la «víctima».

¿Para aliviar el dolor?

Según una teoría, a veces también muerden para aliviar el dolor que les provoca la salida de los dientes. Nunca he creído en esa teoría. Primero, porque si alguna vez me duele un diente, precisamente procuro no morder nada. Segundo, porque, aunque no me acuerdo de cuando me salieron los primeros dientes a los seis meses, sí que me acuerdo de los que me salieron entre los seis y los 15 años; 32 dientes y no me dolieron, excepto un poco las muelas del juicio. Pero, bueno, como los bebés no nos pueden decir si les duele o no les duele el dichoso diente, supongo que mucha gente seguirá creyendo que sí.

Posibles causas

El mordisco también puede ser una forma de comunicación. Los niños mayores y los adultos tienen en el lenguaje una poderosa herramienta para decir  a los demás lo que necesitan o lo que los molesta, para marcar límites y transmitir órdenes. Pero, a los dos años, frases como «¡Cuidado, que me pisas!», «Perdona, esa pelota es mía» o «¿Me dejas el lápiz rojo, por favor?» pueden resultar difíciles de pronunciar. Ante una situación comprometida, no te vienen las palabras adecuadas. un buen mordisco o un golpe certero, y nos entendemos todos.

Como medio para llamar la atención, el mordisco es muy efectivo. Unas madres que hablan de sus cosas tranquilamente en el parque, una maestra de guardería agobiada con 10 ó 12 niños de año y medio…, y basta un mordisco para que todo el mundo deje lo que está haciendo y venga hace ti. No es una situación óptima, pues muchas veces vienen hacia ti enfadados, riñendo y gritando, y por supuesto cualquier niño preferiría que vinieran a contarle cuentos, a abrazarlo o a jugar con él, y no a reñirlo. Pero al menos vienen. La necesidad de atención de los niños pequeños es tan grande, y sus habilidades sociales todavía tan pobres, que si no logran atención «buena» prefieren conseguirla aunque sea «mala». «Que venga mamá, aunque sea a reñirme».

Por desgracia, está muy extendida la idea de que el niño llama la atención porque «no le pasa nada», porque es «manipulador». Se oye muchas veces: «No le hagas caso, solo lo hace para llamar la atención». Grave error. Si pide comida es porque necesita comida, si pide brazos es porque necesita brazos, y si pide atención es porque necesita atención. Acaso diríamos: «No le hagas caso, solo llora de hambre». Por supuesto, nos gustaría poder evitar el llanto, la rabieta o el mordisco. Sería ideal darle de comer antes de que llore de hambre y prestarle atención antes de que tenga que recurrir a morder,  pero no siempre lo conseguiremos. Algunos saldrán con aquello de: «Es que si le prestas atención cuando muerte estás reforzando su conducta, y morderá más». Una frase tan absurda como: «Es que si le das de comer cuando llora de hambre estás reforzando su conducta, y llorará más».

Por último, el niño puede morder para agredir físicamente a alguien. Con el tiempo abandonará este método de lucha, demasiado tosco y primitivo; un niño de cinco o 10 años puede pelearse, y es probable que lo haga alguna vez, aunque usará empujones, golpes o patadas, y no mordiscos.

Algunos padres piensan que los niños son «angelitos» por naturaleza, y que cualquier actitud violenta tiene que ser debida a un «trauma» o a un fallo en la educación, pero no es así. Nuestra naturaleza, como seres humanos, es bastante violenta. Es la civilización y la educación lo que nos permite superar esas tendencias. Con nuestro apoyo y nuestro ejemplo, nuestro hijo lo logrará, como antes lo hicimos nosotros, si bien tardará unos años.

Algunas estrategias

Hay niños pequeños que muerden con gran frecuencia y deleite, sin motivo aparente, como si simplemente tuvieran muchas ganas de morder. Algunos padres han encontrado útil darles un juguete, incluso colgárselo del cuello y explicarles claramente: «Cuando tengas ganas de morder, no muerdas a un niño, porque le haces daño; puedes morder esto».

Según van creciendo, podemos enseñarle estrategias de comunicación más aceptables como un simple «Mío» o «Dame» al año y medio, y luego frases más elaboradas: «Devuélveme la muñeca, por favor» o «No me empujes».

Algunas veces se da un curioso consejo a los padres: «Si muerde, házselo tú a él, y así verá que eso duele». No, así lo que va a ver es que morder es normal, que es una forma aceptable de tratar a alguien que te ha molestado.

Un niño de dos años al que lo empujan o le quitan la pelota no sabe cuál es la manera correcta y civilizada de reaccionar. La irá aprendiendo con los años. Se la enseñaremos nosotros, con nuestro ejemplo. Cuando su hijo pega, muerde o insulta a otro niño, véalo como una excelente oportunidad para educar. «Lo que yo le haga a mi hijo es lo que luego él le hará a otros niños». ¿Qué quiere que haga su hijo? ¿Va a enseñarle a resolver sus problemas con mordiscos, con gritos, con castigos, con bofetadas, con largos sermones culpabilizasteis y con chantaje emocional? O por el contrario, ¿va a enseñarle a razonar, a pedir las cosas con educación y a defender sus ideas con firmeza, pero con respeto?

Dr. Carlos González


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