Archive for the ‘Normas y límites’ Category
A través de los límites los niños y niñas aprenden a relacionarse con sus iguales y a respetar a la autoridad; comienzan a entender que las conductas emitidas van a representar una consecuencia y por ende es conveniente ceñirse a las reglas establecidas por sus padres, cuidadores, maestros y maestras. Cuando los niños conocen los límites, se sienten más seguros en su entorno, una vez esto sucede se sienten libres de explorar con el conocimiento de lo que es y no es permitido. Sin límites apropiados los niños tendrían demasiadas opciones y crearía confusión.
¿Por qué resulta tan complicado?
- No queremos que tengan mala imagen nuestra.
- Nos cuesta o no somos capaces de decir “NO”, es tan fácil decir “SI”.
- No queremos que sufran pensamos que ”ya sufrirán cuando sean mayores” y esto no es sano porque cuanto antes aprendan a frustrase antes serán capaces de tolerar adecuadamente los sinsabores que la vida les va ir dando.
- No nos gusta que los otros papás, amigos, familia, nos lleguen a considerarnos como padres “rígidos y autoritarios”.
- No queremos que ellos sufran lo que nosotros pudimos sufrir.
- Tratamos erróneamente de contrarrestar la falta de tiempo y dedicación con una actitud excesivamente condescendiente.
- No queremos el conflicto y evitamos que nos pongan mala cara.
- Pensamos equivocadamente que somos egoístas si imponemos reglas que nos ayuden en la convivencia.
Para conseguir una convivencia familiar sana, como padres debemos reaccionar con apoyo emocional a la vez que permite que el hijo padezca, de modo gradual y acorde con su maduración, una cantidad creciente y natural de frustración. Es “bueno” proteger al niño pero también dejar que se exponga gradualmente a experiencias en las que no consiga todo lo que quiere. La capacidad futura del niño para enfrentarse de modo sano a la realidad depende de esto.Este proceso de adquisición de tolerancia a la frustración, que se desarrolla progresivamente, facilita que tu hijo aprenda a manejar su ansiedad y su agresividad sin temor a que le desborde. Cuando tu hijo no tolera ninguna frustración puede llegar a sentir apatía y desmotivación o, el otro extremo, ira.
Pautas para conseguir poner límites:
- Antes que nada considerar que a pesar de tener claro todo lo dicho hasta ahora cometeremos errores. No existe una “receta” ideal para educar a nuestros hijos; cada hijo es distinto. Aunque si podemos disponer de unos “mínimos” esenciales para distintas situaciones.
- Es importante ser espontáneos, es decir tratar de hacer a nuestro modo lo que anteriormente hemos descrito. Aquello que no “nos salga” es mejor no llevarlo acabo porque nos resultará muy incomodo y artificioso.
- La empatía, que es la capacidad para “ponernos en su lugar”, nos ayudará a entender los motivos que ellos tienen para actuar y reaccionar en una determinada situación y, desde ahí, podemos enseñarles modos de afrontarla. Y también les enseñamos al ser modelos eso tan importante para las interrelación con los demás que es saber ponerse en el lugar del otro. Esto le ayudará en su vida
- La coherencia es también muy importante porque uno tiene que creer aquello que quiere enseñar. La contradicción entre lo que se dice y lo que se hace invalida la norma que o bien no se cumple o lleva a la mentira. Por eso es tan importante que los padres actúen con seguridad y sin contradicciones. Es sobre todo con un estilo de comportamiento con lo que los hijos se identifican y al que imitan. La norma concreta puede ser más o menos discutida si se le transmite una forma de ser responsable y honesta.
- No consideres que se trata de domesticarlo, de convertirlo en algo que queremos, seremos mas eficaces en su educación si le apoyamos en el camino de encontrar sus propias capacidades, su forma de ser…, y él también se sentirá mejor mas seguro consigo mismo.
- El castigo tiene una eficacia muy limitada sobre todo las humillaciones. Un hijo educado en un convivencia familiar donde lo habitual son las discusiones, gritos, peleas, existe una probabilidad muy alta que en el futuro reproduzca lo que ha vivido. Los malos tratos tanto físicos como verbales, hacen que tu hijo se comporte de manera agresiva o, por el contrario, en alguien extremadamente temeroso que tienda a evitar las interacciones sociales y por lo tanto presente serias dificultades para convivir con normalidad.
Consejos para poner límites:
1. Objetividad. Crea limites específicos con frases cortas y órdenes precisas. (“no botes la comida al suelo” es mejor que un “Ten modales en la mesa”).
2. Opciones. Las opciones son buenas para hacer que tu hijo obedezca algo que no quiere, debes saber cómo mostrarle una opción entretenida. (“Prefieres que te dé yo la comida o te la pico bien y te la comes tú”)
3. Firmeza. Con un tono de voz seguro, sin gritos, y un gesto serio en el rostro es suficiente. El niño debe entender que no tiene otra opción más que la que das.
4. Acentúa lo positivo. Los niños reciben de mejor manera las órdenes positivas que las negativas. (“Habla bajito” a un “no grites”).
5. Guarda distancias. Cuando a una orden se le antepone un “Yo quiero”, estamos generando una lucha de poder personal y egos con nuestros hijos. (“Son las 12 hora de almorzar”).
6. Explica el porqué. Los niños necesitan respuestas y para que entiendan una orden necesitas explicarles el por qué. (“No muerdas a las personas. Eso les hará daño”)
7. Sugiere una alternativa. Las alternativas acompañan al límite y hace que parezca más positivo. (”Ese es un lápiz labial, no es para jugar. Aquí tienes un lápiz y papel para pintar”).
8. Firmeza en el cumplimiento. Las reglas flexibles confunden a los niños, si les dices que la hora de dormir es a las 8 y otro día se acuestan a las 9 de la noche el niño podría después pedirte esa flexibilidad.
9. La conducta estuvo mal, tu hijo no es malo. Deja claro a tus hijos que tu desaprobación está relacionada con su comportamiento y no va directamente hacia ellos.
10. Controla las emociones. Debes evitar que tus emociones se salgan de control, si estás muy enojada, piensa, respira y luego castiga o corrige.
El trato amoroso, basado en la confianza, el respeto y el dialogo es el mejor camino para corregir a los hijos.
Un niño es disciplinado cuando se siente bien consigo mismo, cuando se le respeta su forma de ser, se le establecen unas normas firmes y se le reconocen las acciones adecuadas.
El mal comportamiento puede ser un intento de los niños por enfrentarse lo mejor que pueden al mundo cuando no tiene claro qué se espera de ellos o siempre logran lo que quieren. Esta actitud puede ser una forma de decirles a los adultos que los ayuden, que les establezcan normas.
Los padres dudan entre ser autoritarios o permisivos. La agresión física y verbal, los castigos muy severos y la autoridad impuesta no dan resultados positivos. Un niño criado de esta forma puede acumular resentimientos y rabias que perjudican sus relaciones interpersonales y hacen de él un adulto inseguro de sí mismo, temeroso y posiblemente violento. La complacencia total forma seres dependientes, inmaduros, personas que no toleran la frustración, que quieren resultados inmediatos, poco persistentes en la búsqueda de sus objetivos, inconstantes en sus relaciones.
AL CORREGIR A NUESTROS HIJOS TENGAMOS EN CUENTA
- Dar a conocer a los hijos las consecuencias de sus acciones.
- Al corregir a sus hijos sea firme y no severo.
- Ser claro en la razón del castigo y aplicarlo una vez se produzca el motivo.
- Indicar el camino correcto.
- No establecer lo que no se puede cumplir.
- No amenazar con el abandono o retirar el afecto.
- Advertir y no amenazar.
- Cumplir con las promesas ya sean premios o castigos.
- No castigar impulsivamente o cuando se está fuera de control.
- No usar castigos que humillen o avergüencen.
- Aplicar el correctivo justo según la edad de su hijo y el grado de la falta.
Los correctivos que producen culpa o angustia en los padres no son buenos.
Si desde pequeños les mostramos a nuestros hijos límites claros, en la adolescencia negociaremos con ellos sobre bases sólidas y podremos mantener una comunicación abierta.
Pegarles a los niños es utilizar la fuerza contra personas que además de indefensas, ven en ese adulto que los lastima la mayor posibilidad de amor y comprensión.
No esperemos a que nuestros hijos obedezcan siempre en la primera oportunidad en que los corregimos o que aprendan las normas con tan sólo pronunciarlas. Un único ensayo no basta. Ellos (y nosotros) aprendemos por repetición.
Premios y castigos (2)
Posted 17 noviembre, 2016
on:OBJETIVOS:
- Profundizar en las actitudes educativas más convenientes para mejorar el comportamiento de los hijos.
- Concretar algunas orientaciones prácticas para emplear los premios y castigos con carácter educativo.
METODOLOGÍA :
1.- Exposición del monitor/a con el material adjunto
2.- Trabajo en grupos con las preguntas de la hoja anexa
3.- Puesta en común
Bibliografía:
- «Relaciones Familiares»- Monográfico editado por la revista «Padres y Maestros»- Ediciones Paulinas- 1.982
- «Los límites en la educación de niños y adolescentes: una necesidad para el aprendizaje y la socialización» – Miguel Costa – 1.998
PREMIOS, CASTIGOS Y EDUCACIÓN DE LOS HIJOS
Seguro que tu hija es inteligente, adorable, tierna y qué se yo cuantas cosas más. Casi perfecta. Pero sucede que, con ella, estás casi siempre al borde del agotamiento: con el corazón en un puño por la que estará armando cuando no estás delante, su cuarto se parece peligrosamente a uno de esos bazares en que uno puede encontrar de todo y en un desorden casi perfecto.
Y… ¿qué me dices de tu hijo?
David es responsable, noble y sensible. Pero también terco, respondón y, especialmente a la hora de las comidas, un experto campeón en inventar las más variopintas excusas para no terminar nunca.
Es decir, dos hijos completamente normales.
1. Cómo dominar las situaciones diarias: recetas para las cefaleas paterno-filiales
Situaciones de discusión y desobediencia suceden en todas las casas: los hijos necesitan desafiar a sus mayores, bordear los límites disciplinarios y en definitiva oponerse.
Sin embargo, aunque lo sabemos, no resulta fácil aguantar en «esos momentos» de nervios.
¿Qué podemos hacer para no tener que pasar media vida peleando con los hijos? ¿Existen algunas reglas prácticas que nos ayuden a manejar con acierto esas situaciones?.
1.1. Cuida el estilo general de la relación, sin esperar a los momentos críticos
- Trata a quienes te rodean como invitados.
Nunca se te ocurriría gritar, dar órdenes o intentar hacer daño con tus comentarios a los invitados.
Si quieres que tus hijos te traten con respecto y consideración haz tú lo mismo. Sabes que los niños aprenden en una gran medida por imitación, de modo que es muy probable que recojamos lo que sembramos. Nunca están de más palabras como «por favor» y «gracias».
- Premia, estimula y alaba.
Instaura un estilo que esté más basado en los premios que en los castigos, en el estímulo que en la amenaza.
Estáte seguro que el mejor premio, como si de un perfume duradero se tratase, es la palabra y el gesto amable. Ambos hacen crecer a las personas en confianza.
En bastantes empresas se funciona en un estilo de relación que se conoce con el nombre de «manejo por excepción»: consiste en fijarse únicamente en los fallos del trabajo encomendado sin valorar lo que es frecuente: el trabajo bien hecho. De este modo el empleado, se encuentra desmotivado y, cuando el jefe le llama, piensa de modo espontáneo, que es para recibir una reprimenda…
También en casa corremos el riesgo de reservar toda nuestra atención y energía para las ocasiones en que nuestros hijos no responden con la conducta adecuada; olvidamos las ocasiones en que recoge sus cosas por propia iniciativa, hace los deberes sin necesidad de observaciones o se sienta bien en la mesa…
- Valora también los esfuerzos y mejoras.
No esperes a que su conducta sea perfecta: dile que valoras su esfuerzo.
Y no esperes en tu alabanza a que cambie en todos sus defectos; siempre habría un «si, pero…» que te haría imposible estar satisfecho/a.
Con los niños pequeños suele dar buenos resultados el comentar su buen comportamiento, como de pasada, ante otras personas; parece tener algo parecido a un radar para las ocasiones en que se habla de ellos.
1.2. Aprende a leer las conductas de tus hijos y enséñales a que también ellos lo hagan.
- Ignora las conductas inadecuadas no destructivas que tratan de atraer tu atención.
A veces una conducta no es lo que parece. Detrás de un mal comportamiento, como orinarse cuando ya lo tenía superado o lloriquear o pegar a su hermano…, puede haber una necesidad de llamar la atención y de sentirse querido.
Centrarnos en atajar esas conductas puede llevar a que se repitan cada vez más frecuentemente, puesto que consigue el objetivo pretendido de que le hagamos caso.
Será necesario ignorarlas y, simultáneamente, atender a su demanda de afecto.
- Ayúdale a comprender sus sentimientos pero señálale los límites.
En muchas de las discusiones, sobre todo con adolescentes, lo que se discute no es sino la manifestación de algo diferente que no se logra expresar.
Ante un «te odio», sería equivocado tomárselo como algo personal. Si está dicho en el contexto de una prohibición de salir por la noche, por ejemplo.
- traduce el sentimiento latente: «Sé que te resulta duro no estar con el resto de los amigos, pero mañana tenemos que salir temprano» y
- mantén la negativa con firmeza: «No voy a repetirte las razones de mi negativa ni a tener en cuenta lo que me dices en este momento de rabia, aunque me duela».
1.3 Recuerda que los desacuerdos son normales en toda relación.
En cualquier relación social, antes o después, aparece el desacuerdo. También en la familia.
Pero puedes convertir el desacuerdo en un factor educativo (lo que no significa necesariamente darle la razón al hijo) o en un conflicto de poderes.
Es sabido que:
- Dos no se pegan si uno no quiere.
Del mismo modo que para que haya una guerra se necesitan dos contendientes, también se necesita más de un participante para que exista una pelea.
A veces los hijos necesitan encontrar un contrincante; les es más fácil justificar sus malos modos cuando también la otra persona se sale de sus casillas. No caigas en la trampa tú eres el adulto. Recuerda que se trata de educar, no de ganar peleas.
- Tu hijo y tú tenéis derecho a los «malos días». Y, sobre todo, tenéis derecho al perdón.
Porque, a pesar del esfuerzo por lograr una salida constructiva al desacuerdo, tropezaréis cada cierto tiempo…
A veces es vuestro hijo/a quien tiene una temporada especialmente nerviosa: unos exámenes, la frustración ocasionada por la pérdida de una amiga etc.; otras, somos nosotros quienes estamos tensos a causa del trabajo o de un dolor de cabeza…
Hay que reivindicar como un derecho, tanto para ellos como para nosotros, la posibilidad de esos días.
Pero hay que pedir perdón cuando ha pasado la tempestad y reconocer nuestro error, enseñándoles a hacer lo mismo.
1.4 Algunos de los desacuerdos merecen una pelea. La mayoría no.
- Jerarquiza la importancia de los temas y actúa en conformidad con su importancia educativa.
Porque no todos los temas son igualmente trascendentes: no transijas, a pesar de los gritos y pataleos, en aquellos en los que tú consideras que se juegan criterios de fondo. Pero tampoco te pases el día haciendo observaciones o peleándote por minucias. Cuando queremos cambiar conductas hay que seleccionar: con las dos o tres más importantes es suficiente.
- Expresa tu enfado de forma breve y sin responder a las protestas.
No discursees demasiado. Explica en pocas palabras y con claridad el por qué de tu enfado. Un «¡No!» o «¡Basta!», seguidos de una frase de explicación puede ser suficiente.
Después de la explosión, detente. La pausa tiene mayor efecto que todos los gritos. Y si sigues gritando estás perdido porque tendrás que responder, en el mismo tono, una y otra vez a sus réplicas. En ese defecto suelen caer especialmente las madres.
Cuida de que tus palabras no lleven insultos ni actos que lesionen la dignidad personal de tu hijo/a.
- Marca un tiempo de reflexión
Si ves que tu hijo quiere seguir peleando, un tiempo de reflexión en su cuarto puede ayudar a que la situación se enfríe. Ese tiempo no debe ser demasiado largo puesto que no pretende ser un castigo en el sentido tradicional de la palabra. se trata de desactivar la agresividad que tanto en él como en ti está a punto de desbordarse.
Una orientación sobre la duración de ese tiempo es un minuto por cada año de edad.
Te sorprenderás de la cantidad de enfados que desaparecen por sí solo aplicando esta sencilla fórmula…
- Establece, de común acuerdo con tu hijo las reglas que eviten que esa situación se repita y sed coherentes con ellas.
Una vez que se ha pasado la rabieta, nunca inmediatamente después, es el momento de sentarse con tranquilidad y llegar a acuerdos.
No pretendas «ganar por goleada», ofrece contrapartidas y cede en aspectos que sean secundarios.
Y sé coherente en tu exigencia: pocas actitudes son tan deseducativas como premiar o sancionar hoy con severidad comportamientos a los que ayer eras indiferente o que, incluso, has alentado.
Actuad con coherencia y exigídla, ambos cónyuges.
2.- Los premios y castigos… ¿un factor educativo?
Las normas anteriores abordaban, sobre todo, situaciones de tormenta. Pero en la vida de toda familia hay un cúmulo de circunstancias que, sin ser explosivas, van perfilando el carácter de nuestros hijos: aprenden a ser ordenados, a tener educación, a respetar o no los derechos de los otros etc.
Y lo van haciendo por los estímulos que un día tras otro van recibiendo de su ambiente; aquella cara que le pusimos, la recompensa o el castigo que desde su más tierna infancia recibió cada vez que actuaba de una determinada manera etc. Han ido configurando un estilo de persona.
Todos los padres, consciente o inconscientemente, utilizamos los premios y los castigos con nuestros hijos. El que sean un factor educativo o ayuden a malcriarlos depende del modo en que los manejamos.
De ahí la importancia de conocer sus mecanismos.
2.1. Premios
- Cuando una persona encuentra satisfacción en hacer algo, tiende a repetir esa conducta.
Si premias una conducta de tu hijo con algo que sea gratificante y satisfactorio para él, es muy probable que se porte así con más frecuencia.
- Las recompensas materiales como el dinero, materiales deportivos o juguetes, nos gustan a todos. Pero son las recompensas sociales como la atención, los elogios y el afecto las que nos hacen sentirnos más a gusto con nosotros mismos.
Dales preferencia, aunque no exclusividad, en tu relación con los hijos.
Ejemplos de premios sociales son:
- Frases de ánimo y felicitación: «¡Bien!», «¡Así da gusto!», «¡Enhorabuena!».
- Muestras de afecto: un beso, un abrazo, una sonrisa, una palmadita en la espalda…
- La promesa de participar en sus juegos, en el caso de los niños pequeños: leer con él un cuento que le gusta, jugar juntos, construir modelos, etc.
- Decide en qué vas a utilizar recompensas materiales. Un buen criterio es hacerlo de manera extraordinaria y con cosas que sabes le suponen un especial esfuerzo. Pero, aún en ese caso, deben ir acompañadas de recompensas sociales, de las que son expresión.
Y cuida de que no sean tan frecuentes que acostumbres a tu hijo, a realizar las tareas más por los beneficios que de ellas obtiene que por el valor que en sí mismas tienen.
- No olvides que no hay dos niños iguales. Y, por eso, puede suceder que lo que para uno es motivador no lo sea para otro. Tendrás que adaptar los premios a la manera de ser de cada hijo.
- Premia inmediatamente después del comportamiento deseado. Cuanto más distancia hay entre la conducta y la recompensa (o el castigo) menor será el efecto. Y cuanto menor es la edad del niño menos eficaz resulta dicha distancia.
- Existen dos formas básicas de recompensar: todas las veces y ocasionalmente. Al comienzo, hasta que el comportamiento nuevo está bien aprendido, es mejor reforzarel comportamiento cada vez que se produzca. Luego, cuando el comportamiento está consolidado, se deben utilizar los reforzadores de vez en cuando y a intervalos diferentes.
- Es preferible que adoptes un enfoque positivo y busques activamente el buen comportamiento de tus hijos para recompensarlo que funcionar a base de castigos (el «manejo por excepción», ¿recuerdas?).
2.2. Castigos
- Como ya se ha señalado, una forma de eliminar un comportamiento inadecuado es pasarlo por alto continua y permanentemente, sin recompensarlo nunca ni siquiera con la atención.
- El castigo es una forma de cortar un comportamiento que no se puede pasar por alto. Los castigos pueden ser eficaces si se utilizan correctamente.
- No utilices el castigo como medio habitual para corregir a tu hijo.
El uso frecuente del castigo no es eficaz para cambiar la conducta. Al revés, puede producir efectos que, sin duda, no deseas. Así, por ejemplo:
- Dura poco. El niño suprime su conducta por un tiempo pero de nuevo vuelve a las andadas.
- Exige nuevos castigos cada vez más fuertes, originando un círculo vicioso difícil de romper: mala conducta castigo… repetición de la mala conducta castigo más severo… etc.
- Las relaciones entre tú y tu hijo se resienten y pueden darse reacciones de rechazo afectivo, origen de problemas mucho más serio que los que se tratan de resolver.
- Las personas aprendemos también por imitación. Y si un niño vive normalmente castigado: o («tienen razón mis padres; merezco todo lo que me dicen») o castigará a los de su alrededor: hermano/a pequeño, compañeros de escuela etc
Muchos adultos que utilizan la violencia sistemáticamente con sus hijos o cónyuges, crecieron en ambientes de fuerte carga agresiva.
- El castigo funciona bien si:
- Es el último recurso y no la manera habitual de actuar: si gritas con frecuencia, los gritos acabarán perdiendo todo valor y tus hijos te verán como histérico/a…
Cuando castigas demasiado es que no has jerarquizado suficientemente lo que es importante y lo que no en la educación de tus hijos.
- Se sabe exactamente por qué se es castigado.
- Es inmediato, sin aplazamientos innecesarios: «ya verás cuando venga tu padre»…
- Ocurre siempre que se comete la falta, sin depender del buen o mal humor.
- Ofrece al niño una alternativa. No sólo se castiga la mala conducta sino que se explicita lo que se espera de él y el modo en que puede realizarlo.
- Permanece intacto el respeto por la persona, sin que sufra la autoestima. Son las acciones las correctas o incorrectas, no la persona. Ni «eres un inútil» ni «eres mala» sino «eso lo has hecho mal».
- No lo asocias a actividades de aprendizaje como, por ejemplo, tener que copiar o hacer cuentas o leer. Ese es el mejor método para que en el futuro odie las matemáticas o la lectura, por verlas relacionadas con situaciones desagradables.
2.3. Las consecuencias naturales y consecuencias lógicas
- Frente al sistema de premio y castigos, algunos autores proponen el método de las «Consecuencias naturales» y las «Consecuencias lógicas». Se trata de una respuesta alternativa frente a los problemas que plantea el método de premios y castigos; pero pueden coexistir ambos sistemas: la edad, la manera de ser del niño y cada situación concreta nos indicará lo más conveniente en cada momento…
Básicamente el método consiste en relacionar la conducta del niño/a con las consecuencias que de ella se derivan; así, si una adolescente insiste en ponerse zapatos de tacón alto en invierno, se le mojarán los pies (consecuencia natural) y probablemente arruinará los zapatos y no le comprarán otros hasta que sea el momento (consecuencia lógica).
- El método de las consecuencias naturales pone el acento sobre la realidad y el reconocimiento de los mutuos deberes y derechos en vez de apoyarse sobre las valoraciones de los adultos. Además permite que el sujeto tome sus propias decisiones y por lo tanto hace a los niños responsables de su propio comportamiento.
- Para que estés seguro de que tu acción no es un castigo sino una expresión de Consecuencias ten en cuenta los siguientes aspectos:
- Oferta a tu hijo varias alternativas: «puedes ordenar el cuarto o no. En este caso, puedes llevar allí a tus amigos» o «tu padre y yo queremos ver la tele. Tú puedes ver el programa con nosotros o salir de la sala. Mira lo que prefieres…»
- Cuida de que el tono de voz sea el adecuado.
Debe expresar aceptación y respecto. Las frases anteriores dichas en un ambiente de gritos, son más castigo que alternativa real. Pero si tu tono y tus miradas no revelan amenaza, la capacidad de opción se manifiesta como real.
Que tus palabras expresen cariño y firmeza a la vez.
- Antes de plantear una alternativa estáte seguro de que vas a aceptar la decisión del hijo.
A veces hay determinadas decisiones que suponen riesgos que, como padres, no estamos dispuestos a que nuestros hijos asuman: tu hija se empeña en ir al monte a pesar de que el tiempo amenaza lluvia. La consecuencia natural de esa opción es que vendrá mojada y con riesgo de atrapar un catarro. Si es pequeña para medir las consecuencias de su decisión, no se la ofertes como alternativa; pero si se trata de una adolescente no merece la pena pelearte con ella: déjale correr los riesgos de decidir, aunque a tu modo de ver sea equivocadamente. Es tomando decisiones como se aprende a ser responsable.
Por supuesto, si pasa el fin de semana en casa sin poder salir como consecuencia del catarro, no se lo recuerdes cada vez que debe volver a elegir en situaciones parecidas: el «¿te acuerdas?…» o «¡Ya te lo decía yo!» tiene más de pelea ganada que de método educativo.
- Es bueno que experimente las consecuencias de su decisión sin que la lástima te lleve a cortarlas: el no levantarse a tiempo de la cama, a pesar de que uno y otro día se le llama con insistencia, puede suponer un castigo escolar por falta de puntualidad; no le hagas una nota justificativa de su conducta (aunque llames al profesor para explicarle los motivos por los que no la haces) ni le prepares un bocadillo para el recreo porque, con las prisas, no ha podido desayunar…
- Cuando una acción no tiene consecuencias naturales hay que aplicar las consecuencias lógicas: es razonable que si mi cuarto está desordenado no pueda llevar allí a mis invitados. No lo sería que deba copiar una lección…
CUESTIONARIO SOBRE «SABER PREMIAR Y CASTIGAR»
1.- Señala los premios más frecuentes que usas con tus hijos y que te resultan bien:
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2.- Indica también los castigos más frecuentes que empleas y que crees que son educativos para ellos :
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3.- Pon algún ejemplo de situaciones en que te ha ido bien dejar que tu hijo/a actúe y que aprenda con las consecuencias de su actuación :
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4.- Señala también algún ejemplo de circunstancias que te desconciertan y no sabes cómo actuar. Trata de solucionarlas con tu grupo a la luz de lo expuesto en este tema :
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Premios y castigos (1)
Posted 16 noviembre, 2016
on:OBJETIVOS :
- Profundizar en las actitudes educativas más convenientes para mejorar el comportamiento de los hijos.
- Concretar algunas orientaciones prácticas para emplear los premios y castigos con carácter educativo.
METODOLOGÍA :
1.- Comentar las dificultades que hayan tenido para realizar la tarea para casa del día anterior e invitar a alguno de los presentes a que diga alguna de sus anotaciones a las frases de «Si un hijo…» , o a que lea la carta que creen que sus hijos les escribirían.
2.- Entregar el documento «Reglamento Familiar», para que, en grupo, y tras leerlo individualmente, respondan a ¿ Qué les diríais a esos padres ?
3.- Puesta en común y aportaciones del monitor/a
Bibliografía :
- «Relaciones Familiares»- Monográfico editado por la revista «Padres y Maestros»- Ediciones Paulinas- 1.982
- «Los límites en la educación de niños y adolescentes: una necesidad para el aprendizaje y la socialización» – Miguel Costa – 1.998
REGLAMENTO FAMILIAR – Normas de convivencia
En una ciudad gallega unos amigos míos visitaban un piso que querían comprar. En un rincón, caída en el suelo, encontraron una hoja metida en un plástico muy sobado ya, y que se veía había estado colgada en una pared. La reproducimos al pie de la letra, cambiando los nombres y los apellidos de sus protagonistas.
HOGAR: ALONDREZ/TINEDO – REGLAS DE CONVIVENCIA
- Levantarse a las 7 a.m. Asearse, hacer la cama, desayunar y recoger los libros que se habrán dejado listos por la noche.
- Al salir de clase, venir directamente a casa, trayendo a Antoñita de la mano en todos los cruces.
- Cada día una de las chicas pondrá la mesa, la quitará y barrerá.
- Al llegar de clase todos colgarán, antes de nada, sus abrigos, paraguas y chaquetas en el lugar que se designe. Los libros se ordenarán en el mueble del pasillo, cogerán aquellos en lo que tengan que estudiar y después los dejarán de nuevo en su sitio.
- Nunca se podrá ver la televisión sin antes hacer las tareas, que se harán en el cuarto de cada uno. Al terminar podrán verla o ir a casa de algún amigo, eventualmente. Esta regla no rige para Carolina porque es muy responsable en sus estudios.
- – Lavarse las manos antes. No se pondrá la televisión durante la comida sin causa muy justificada. No se tolerarán discusiones violentas con razón o sin ella. Terminada, lavarse los dientes. Las impertinencias de Carolina y gritos extemporáneos de Laura, Carlos y Antoñita se castigarán. No podrá haber en el suelo ni en los saloncitos objetos de ninguna clase.
- – Cuando mamá llame a cenar se acudirá en el acto, sin protestas ni retrasos. Terminada la cena se lavarán los dientes, se ordenará la ropa y se prepararán los libros y materiales que tengan que llevar al colegio al día siguiente.
Después ya no se deberá molestar con protestas, cantos, luces, salir de la cama ni discutir en ella.
Durante los períodos de clase no se verá la televisión por la noche, pues al día siguiente hay que madrugar.
CASTIGOS
Los castigos pueden ser: Leves, Graves y Gravísimos.
Leves: Se castigarán un día sin televisión. Laura, sin ir a casa de Isabel.
Graves: Dos días sin televisión y sin ordenador.
Gravísimos: Tres días sin televisión ni ordenador, los viernes-sábados-domingos.
PINTAR, ESTROPEAR O ROMPER ESTE REGLAMENTO SE CASTIGARÁ CON RIGOR
Cualquier falta aquí no especificada podrá equipararse a alguna de las incluidas.
La determinación de grave-gravísima será hecha por los padres reunidos por la noche para actuar con serenidad.
Premios: En metálico, los sábados a los que se porten bien durante la semana.
COMENTARIOS AL REGLAMENTO DE LOS ALONDREZ – TINEDO
* Todo está estipulado ¿ dónde queda la espontaneidad? ¿ Y las sonrisas ? ¿ O estarán apagadas ?
* ¿ Donde queda el cariño ? La felicidad no se consigue por decreto.
* La colaboración de todos sí, pero ¿ para evitarse la tarea educativa o para ser la admiración de las visitas ?
* Padres reunidos por la noche para «actuar con serenidad»
* La única opción es el sometimiento, no hay que molestarse en negociar, sólo en sancionar. y además los hijos necesitan decir no para madurar y autoafirmarse.
* Los niños cambian ¿ y las normas ?
* Aferrarse a la norma es propio de personas inseguras
* Los errores de los hijos ¿ son un «fracaso» o una parte fundamental del proceso de aprendizaje ?
* Los premios son sólo en metálico y no ligados a nada concreto, sino a un genérico «portarse bien»
LOS LÍMITES EN LA EDUCACIÓN DE NIÑOS Y ADOLESCENTES:
UNA NECESIDAD PARA EL APRENDIZAJE Y SOCIALIZACIÓN
(Miguel Costa. 1998)
Cuando no existen límites o éstos son muy blancos o inconsistentes.
- Existe el riesgo de que los hijos desarrollen desajustes de comportamiento. Por ejemplo, en estudios sobre hijos agresivos, los padres mostraron falta de consistencia en la disciplina, los castigos no estuvieron claramente asociados a la transgresión o finalmente concedieron a sus demandas.
- Los hijos ignoran o están en desacuerdo con las demandas de sus padres y no se responsabilizan de su comportamiento.
- El ambiente de aprendizaje resulta impredecible y no es orientador.
Los límites deben estar establecidos por la seguridad, bienestar y desarrollo del hijo y orientados a:
- Proteger al hijo del daño físico (riesgos para su integridad física)
- Proteger al hijo y a otros del daño psicológico, ayudarles a que aprendan a respetarse y respetar los derechos, sentimientos e ideas de otros.
- Promover su aprendizaje y desarrollo. Que entiendan que hay un tiempo para comer, descansar, estudiar, jugar…
Debemos limitar los límites.
- No hacer normas por hacerlas, si son demasiadas pueden abrumar y no ser efectivas».
- «Centrarnos en los límites realmente importantes»
Establecer límites razonables
- De modo que exista la probabilidad de que los hijos tengan éxito en su cumplimiento.
- Si no son razonables, los hijos pueden desarrollar bajos niveles de autoestima al pensar que hay algo malo en ellos, o pueden desconfiar de la autoridad de los adultos, o pueden estar de humor variable, depresivo o irritados.
Cómo establecer los límites.
- Siendo claro y específico. Decir «Limpia todo» es vago.
- Deben formularse de manera positiva. Mejor «cuando te sientes pon la espalda recta, erguida» en lugar de «no te sientes así encorvado»
- Se firme.
- Ser consistente. Si un día se le castiga a un chico por usar una navaja, al otro se le permite hacerlo y al otro se le ríe la gracia, el hijo nunca sabrá lo que se espera de él.
- Incorpora a los hijos en el establecimiento de límites.
Si los límites son ignorados.
- Ignora, siempre que sea posible las rabietas, los gritos… retirando la «audiencia».
- Da instrucciones precisas, dando opciones de cumplimiento siempre que sea posible, elogiando el acuerdo o advirtiendo de las consecuencias del no seguimiento.
Examina tus propios límites.
Las consecuencias naturales y consecuencias lógicas
- Frente al sistema de premio y castigos, algunos autores proponen el método de las «Consecuencias naturales» y las «Consecuencias lógicas». Se trata de una respuesta alternativa frente a los problemas que plantea el método de premios y castigos; pero pueden coexistir ambos sistemas: la edad, la manera de ser del niño y cada situación concreta nos indicará lo más conveniente en cada momento…
Básicamente el método consiste en relacionar la conducta del niño/a con las consecuencias que de ella se derivan; así, si una adolescente insiste en ponerse zapatos de tacón alto en invierno, se le mojarán los pies (consecuencia natural) y probablemente arruinará los zapatos y no le comprarán otros hasta que sea el momento (consecuencia lógica).
- El método de las consecuencias naturales pone el acento sobre la realidad y el reconocimiento de los mutuos deberes y derechos en vez de apoyarse sobre las valoraciones de los adultos. Además permite que el sujeto tome sus propias decisiones y por lo tanto hace a los niños responsables de su propio comportamiento.
- Para que estés seguro de que tu acción no es un castigo sino una expresión de Consecuencias ten en cuenta los siguientes aspectos:
- Oferta a tu hijo varias alternativas: «puedes ordenar el cuarto o no. En este caso, puedes llevar allí a tus amigos» o «tu padre y yo queremos ver la tele. Tú puedes ver el programa con nosotros o salir de la sala. Mira lo que prefieres…»
- Cuida de que el tono de voz sea el adecuado.
Debe expresar aceptación y respecto. Las frases anteriores dichas en un ambiente de gritos, son más castigo que alternativa real. Pero si tu tono y tus miradas no revelan amenaza, la capacidad de opción se manifiesta como real.
Que tus palabras expresen cariño y firmeza a la vez.
- Antes de plantear una alternativa estáte seguro de que vas a aceptar la decisión del hijo.
A veces hay determinadas decisiones que suponen riesgos que, como padres, no estamos dispuestos a que nuestros hijos asuman: tu hija se empeña en ir al monte a pesar de que el tiempo amenaza lluvia. La consecuencia natural de esa opción es que vendrá mojada y con riesgo de atrapar un catarro. Si es pequeña para medir las consecuencias de su decisión, no se la ofertes como alternativa; pero si se trata de una adolescente no merece la pena pelearte con ella: déjale correr los riesgos de decidir, aunque a tu modo de ver sea equivocadamente. Es tomando decisiones como se aprende a ser responsable.
Por supuesto, si pasa el fin de semana en casa sin poder salir como consecuencia del catarro, no se lo recuerdes cada vez que debe volver a elegir en situaciones parecidas: el «¿te acuerdas?…» o «¡Ya te lo decía yo!» tiene más de pelea ganada que de método educativo.
- Es bueno que experimente las consecuencias de su decisión sin que la lástima te lleve a cortarlas: el no levantarse a tiempo de la cama, a pesar de que uno y otro día se le llama con insistencia, puede suponer un castigo escolar por falta de puntualidad; no le hagas una nota justificativa de su conducta (aunque llames al profesor para explicarle los motivos por los que no la haces) ni le prepares un bocadillo para el recreo porque, con las prisas, no ha podido desayunar…
Cuando una acción no tiene consecuencias naturales hay que aplicar las consecuencias lógicas: es razonable que si mi cuarto está desordenado no pueda llevar allí a mis invitados. No lo sería que deba copiar una lección…
2.- Castigos
- Como ya se ha señalado, una forma de eliminar un comportamiento inadecuado es pasarlo por alto continua y permanentemente, sin recompensarlo nunca ni siquiera con la atención.
- El castigo es una forma de cortar un comportamiento que no se puede pasar por alto. Los castigos pueden ser eficaces si se utilizan correctamente.
- No utilices el castigo como medio habitual para corregir a tu hijo.
El uso frecuente del castigo no es eficaz para cambiar la conducta. Al revés, puede producir efectos que, sin duda, no deseas. Así, por ejemplo:
- Dura poco. El niño suprime su conducta por un tiempo pero de nuevo vuelve a las andadas.
- Exige nuevos castigos cada vez más fuertes, originando un círculo vicioso difícil de romper: mala conducta castigo… repetición de la mala conducta castigo más severo… etc.
- Las relaciones entre tú y tu hijo se resienten y pueden darse reacciones de rechazo afectivo, origen de problemas mucho más serio que los que se tratan de resolver.
- Las personas aprendemos también por imitación. Y si un niño vive normalmente castigado: o («tienen razón mis padres; merezco todo lo que me dicen») o castigará a los de su alrededor: hermano/a pequeño, compañeros de escuela etc
Muchos adultos que utilizan la violencia sistemáticamente con sus hijos o cónyuges, crecieron en ambientes de fuerte carga agresiva.
- El castigo funciona bien si:
- Es el último recurso y no la manera habitual de actuar: si gritas con frecuencia, los gritos acabarán perdiendo todo valor y tus hijos te verán como histérico/a…
Cuando castigas demasiado es que no has jerarquizado suficientemente lo que es importante y lo que no en la educación de tus hijos.
- Se sabe exactamente por qué se es castigado.
- Es inmediato, sin aplazamientos innecesarios: «ya verás cuando venga tu padre»…
- Ocurre siempre que se comete la falta, sin depender del buen o mal humor.
- Ofrece al niño una alternativa. No sólo se castiga la mala conducta sino que se explicita lo que se espera de él y el modo en que puede realizarlo.
- Permanece intacto el respeto por la persona, sin que sufra la autoestima. Son las acciones las correctas o incorrectas, no la persona. Ni «eres un inútil» ni «eres mala» sino «eso lo has hecho mal».
- No lo asocias a actividades de aprendizaje como, por ejemplo, tener que copiar o hacer cuentas o leer. Ese es el mejor método para que en el futuro odie las matemáticas o la lectura, por verlas relacionadas con situaciones desagradables.
Las normas anteriores abordaban, sobre todo, situaciones de tormenta. Pero en la vida de toda familia hay un cúmulo de circunstancias que, sin ser explosivas, van perfilando el carácter de nuestros hijos: aprenden a ser ordenados, a tener educación, a respetar o no los derechos de los otros etc.
Y lo van haciendo por los estímulos que un día tras otro van recibiendo de su ambiente; aquella cara que le pusimos, la recompensa o el castigo que desde su más tierna infancia recibió cada vez que actuaba de una determinada manera etc. Han ido configurando un estilo de persona.
Todos los padres, consciente o inconscientemente, utilizamos los premios y los castigos con nuestros hijos. El que sean un factor educativo o ayuden a malcriarlos depende del modo en que los manejamos.
De ahí la importancia de conocer sus mecanismos.
1.- Premios
- Cuando una persona encuentra satisfacción en hacer algo, tiende a repetir esa conducta.
Si premias una conducta de tu hijo con algo que sea gratificante y satisfactorio para él, es muy probable que se porte así con más frecuencia.
- Las recompensas materiales como el dinero, materiales deportivos o juguetes, nos gustan a todos. Pero son las recompensas sociales como la atención, los elogios y el afecto las que nos hacen sentirnos más a gusto con nosotros mismos.
Dales preferencia, aunque no exclusividad, en tu relación con los hijos.
Ejemplos de premios sociales son:
- Frases de ánimo y felicitación: «¡Bien!», «¡Así da gusto!», «¡Enhorabuena!».
- Muestras de afecto: un beso, un abrazo, una sonrisa, una palmadita en la espalda…
- La promesa de participar en sus juegos, en el caso de los niños pequeños: leer con él un cuento que le gusta, jugar juntos, construir modelos, etc.
- Decide en qué vas a utilizar recompensas materiales. Un buen criterio es hacerlo de manera extraordinaria y con cosas que sabes le suponen un especial esfuerzo. Pero, aún en ese caso, deben ir acompañadas de recompensas sociales, de las que son expresión.
Y cuida de que no sean tan frecuentes que acostumbres a tu hijo, a realizar las tareas más por los beneficios que de ellas obtiene que por el valor que en sí mismas tienen.
- No olvides que no hay dos niños iguales. Y, por eso, puede suceder que lo que para uno es motivador no lo sea para otro. Tendrás que adaptar los premios a la manera de ser de cada hijo.
- Premia inmediatamente después del comportamiento deseado. Cuanto más distancia hay entre la conducta y la recompensa (o el castigo) menor será el efecto. Y cuanto menor es la edad del niño menos eficaz resulta dicha distancia.
- Existen dos formas básicas de recompensar: todas las veces y ocasionalmente. Al comienzo, hasta que el comportamiento nuevo está bien aprendido, es mejor reforzarel comportamiento cada vez que se produzca. Luego, cuando el comportamiento está consolidado, se deben utilizar los reforzadores de vez en cuando y a intervalos diferentes.
Es preferible que adoptes un enfoque positivo y busques activamente el buen comportamiento de tus hijos para recompensarlo que funcionar a base de castigos (el «manejo por excepción», ¿recuerdas?).
4. Algunos de los desacuerdos merecen una pelea. La mayoría no.
- Jerarquiza la importancia de los temas y actúa en conformidad con su importancia educativa.
Porque no todos los temas son igualmente trascendentes: no transijas, a pesar de los gritos y pataleos, en aquellos en los que tú consideras que se juegan criterios de fondo. Pero tampoco te pases el día haciendo observaciones o peleándote por minucias. Cuando queremos cambiar conductas hay que seleccionar: con las dos o tres más importantes es suficiente.
- Expresa tu enfado de forma breve y sin responder a las protestas.
No discursees demasiado. Explica en pocas palabras y con claridad el por qué de tu enfado. Un «¡No!» o «¡Basta!», seguidos de una frase de explicación puede ser suficiente.
Después de la explosión, detente. La pausa tiene mayor efecto que todos los gritos. Y si sigues gritando estás perdido porque tendrás que responder, en el mismo tono, una y otra vez a sus réplicas. En ese defecto suelen caer especialmente las madres.
Cuida de que tus palabras no lleven insultos ni actos que lesionen la dignidad personal de tu hijo/a.
- Marca un tiempo de reflexión
Si ves que tu hijo quiere seguir peleando, un tiempo de reflexión en su cuarto puede ayudar a que la situación se enfríe. Ese tiempo no debe ser demasiado largo puesto que no pretende ser un castigo en el sentido tradicional de la palabra. se trata de desactivar la agresividad que tanto en él como en ti está a punto de desbordarse.
Una orientación sobre la duración de ese tiempo es un minuto por cada año de edad.
Te sorprenderás de la cantidad de enfados que desaparecen por sí solo aplicando esta sencilla fórmula…
- Establece, de común acuerdo con tu hijo las reglas que eviten que esa situación se repita y sed coherentes con ellas.
Una vez que se ha pasado la rabieta, nunca inmediatamente después, es el momento de sentarse con tranquilidad y llegar a acuerdos.
No pretendas «ganar por goleada», ofrece contrapartidas y cede en aspectos que sean secundarios.
Y sé coherente en tu exigencia: pocas actitudes son tan deseducativas como premiar o sancionar hoy con severidad comportamientos a los que ayer eras indiferente o que, incluso, has alentado.
Actuad con coherencia y exigídla, ambos cónyuges.
3. Recuerda que los desacuerdos son normales en toda relación.
En cualquier relación social, antes o después, aparece el desacuerdo. También en la familia.
Pero puedes convertir el desacuerdo en un factor educativo (lo que no significa necesariamente darle la razón al hijo) o en un conflicto de poderes.
Es sabido que:
- Dos no se pegan si uno no quiere.
Del mismo modo que para que haya una guerra se necesitan dos contendientes, también se necesita más de un participante para que exista una pelea.
A veces los hijos necesitan encontrar un contrincante; les es más fácil justificar sus malos modos cuando también la otra persona se sale de sus casillas. No caigas en la trampa tú eres el adulto. Recuerda que se trata de educar, no de ganar peleas.
- Tu hijo y tú tenéis derecho a los «malos días». Y, sobre todo, tenéis derecho al perdón.
Porque, a pesar del esfuerzo por lograr una salida constructiva al desacuerdo, tropezaréis cada cierto tiempo…
A veces es vuestro hijo/a quien tiene una temporada especialmente nerviosa: unos exámenes, la frustración ocasionada por la pérdida de una amiga etc.; otras, somos nosotros quienes estamos tensos a causa del trabajo o de un dolor de cabeza…
Hay que reivindicar como un derecho, tanto para ellos como para nosotros, la posibilidad de esos días.
Pero hay que pedir perdón cuando ha pasado la tempestad y reconocer nuestro error, enseñándoles a hacer lo mismo.
2. Aprende a leer las conductas de tus hijos y enséñales a que también ellos lo hagan.
- Ignora las conductas inadecuadas no destructivas que tratan de atraer tu atención.
A veces una conducta no es lo que parece. Detrás de un mal comportamiento, como orinarse cuando ya lo tenía superado o lloriquear o pegar a su hermano…, puede haber una necesidad de llamar la atención y de sentirse querido.
Centrarnos en atajar esas conductas puede llevar a que se repitan cada vez más frecuentemente, puesto que consigue el objetivo pretendido de que le hagamos caso.
Será necesario ignorarlas y, simultáneamente, atender a su demanda de afecto.
- Ayúdale a comprender sus sentimientos pero señálale los límites.
En muchas de las discusiones, sobre todo con adolescentes, lo que se discute no es sino la manifestación de algo diferente que no se logra expresar.
Ante un «te odio», sería equivocado tomárselo como algo personal. Si está dicho en el contexto de una prohibición de salir por la noche, por ejemplo.
- Traduce el sentimiento latente: «Sé que te resulta duro no estar con el resto de los amigos, pero mañana tenemos que salir temprano» y
mantén la negativa con firmeza: «No voy a repetirte las razones de mi negativa ni a tener en cuenta lo que me dices en este momento de rabia, aunque me duela».