Escuela de Padres

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En primer lugar, debe existir una comunicación fluida entre la familia y el colegio.

La escuela suele ser el primer lugar donde se detecta el problema y se adoptan las primeras medidas.

Le va a ayudar mantener una buena relación con sus educadores: que se sienta acogido y valorado, en un clima de confianza.

Los educadores evitaréis prestarle una especial atención al hecho de no hablar, dedicándole demasiado tiempo a sus respuestas o insistiendo en ellas.

Pero por otro lado, debéis evitar acomodarse a su conducta, por tanto, contaréis, con él como un alumno más en las rutinas del aula: tenerlo en cuenta para todas las actividades, preguntarle cuando le toque…

Igualmente evitaréis, siempre que sea posible, que otros niños hablen por él o que os expliquen lo que quiere o demanda.

Asignarle alguna responsabilidad en el aula, como a los demás, que no requieran demasiada comunicación: borrar la pizarra, repartir material…

Hacerle participar en actividades no comunicativas como son las de motricidad, expresión corporal (dar palmadas, golpes con los pies…) expresión plástica, musical…

Realizar actividades de habla enmascarada. Por ejemplo, hablar escondido en un escenario de guiñoles, hablar con careta…

Plantear actividades en parejas o en pequeños grupos como jugar con cartas, adivinanzas, juegos de rol…

Podéis comenzar dando por válidas respuestas gestuales; después respuestas muy breves con monosílabos, para ir aumentando progresivamente el tipo de respuesta.

Cuando nada funciona, es conveniente derivar a un especialista.

La primera actuación que tenéis que llevar a cabo los padres es aumentar la autonomía personal de vuestro hijo: que se vista solo, que coma solo, que aprenda a hacer solo sus necesidades, a lavarse las manos y demás hábitos de higiene adecuados a su edad. Evitar tratarlo como si fuera mucho más pequeño de lo que en realidad es.

Asignarle también alguna responsabilidad fija en el hogar adecuada a su edad que iréis cambiando periódicamente.

Eliminad actitudes como la sobreprotección: lo que él pueda hacer por sí mismo, sin poner en riesgo su seguridad, que lo haga.

Evitad igualmente el perfeccionismo excesivo, en el habla y en cualquier otra actividad. Inculcarle que las cosas hay que intentar hacerlas lo mejor que uno pueda, pero eso no es igual que hacerlas perfectas.

No justificar ante los demás la conducta del niño ni etiquetarlo con expresiones como “no habla porque es muy tímido”.

Evitar comparaciones con los hermanos respecto a este comportamiento.

No presionarlos pidiéndoles cada día que hablen en el colegio y preguntándole a la vuelta si lo ha hecho. Tampoco lo amenacéis o castiguéis por no hablar.

Evitad acomodarse a la situación respondiendo por él.

Invitad a niños con los que mantiene más relación a casa. Comenzando por realizar actividades que requieren poca comunicación, como jugar al parchís, a las cartas, al ajedrez…

Enseñarle estrategias concretas para saludar, iniciar conversaciones y despedirse.

Darle la oportunidad de relacionarse con otros niños y acudid a lugares o eventos donde puede relacionarse: asistir a los cumpleaños cuando le inviten, a reuniones sociales, a las actividades extraescolares o al parque.

Ciertas características pueden aparecer asociadas al mutismo selectivo. Por ejemplo, muchos de los que lo padecen son perfeccionistas, muestran un apego excesivo a la madre, son más sensibles a ruidos, muy sensibles.

También muestran una tendencia excesiva a preocuparse por todo o tienen miedos injustificados. También presentan problemas como rabietas muy frecuentes e intensas o tendencia a controlarlo todo.

Acontecimientos vitales estresantes pueden también desencadenarlo: muerte de un familiar, separación, traslado de ciudad…

Los padres suelen ser sobreprotectores evitando cualquier dificultad de su hijo, haciendo las cosas por él, dejándole poca autonomía y aliviando al niño ante cualquier contrariedad.

También sucede en familias que evitan las relaciones sociales, que son demasiado perfeccionistas con su hijo o que atienen especialmente a los fallos y conductas inadecuadas.

Es un trastorno que se caracteriza por la inhibición persistente del habla del niño en situaciones sociales o entornos específicos: el niño o la niña no habla, por ejemplo, en el colegio, aunque sí puede hacerlo en otros lugares.

Sin embargo, su capacidad de comunicación y habla es adecuada. No es un problema de lenguaje, sino más bien un problema de ansiedad.

En el mutismo selectivo la inhibición para hablar tiene como consecuencia que el niño o la niña, no puede funcionar con normalidad en los ambientes en los que tiene lugar: no responde en la escuela, no se relaciona con sus compañeros ni sus profesores.

La diferencia con la timidez está en que el mutismo selectivo impide un funcionamiento normalizado en las situaciones en las que aparece.

Su aparición tiene lugar alrededor de los 3 años.

¿Te sientes solo en el primer día de escuela y necesitas hablar con alguien? Esta guía te mostrará cómo hacer amigos en ese día. Cuando consigas amigos, ¡no te olvides de conservarlos! El primer mes es crítico; ¡la impresión que causes y los amigos que consigas se quedarán contigo durante toda tu carrera escolar!

La primera impresión

Da una buena primera impresión. La gente no te juzgará intencionalmente, pero lo harán subconscientemente de todas maneras. Asegúrate de estar limpio y presentable en tu primer día, además de tener un aliento fresco. Masticar chicle todo el tiempo te hará parecer como una vaca comiendo pasto.

Vístete con ropa que no parezca amenazadora, pero que resalte tu personalidad. Tal vez tengas que moderarte un poco al vestirte antes de encontrar la ropa adecuada, pero no borres tu personalidad por completo de la manera en que te vistes. Si generalmente te vistes con camisetas y pantalones deportivos, trata de vestirte un poco más elegante. Si usas vestidos todo el tiempo, usa ropa más informal.
¡Sonríe! Es posible que no tengas ganas. Es más, muy pocas personas sonríen; sin embargo, si lo haces, otras personas pensarán que eres seguro de ti mismo y amigable. Por lo tanto, se sentirán atraídas hacia ti. Sonríe y serás como una telaraña para esas personas. Solo debes tomar en cuenta que una sonrisa verdadera proviene de los ojos.

Haz amigos

  • Lo más seguro es que encuentres a varias personas en un mismo lugar (la cafetería, el patio de la escuela, el campo de fútbol). Una gran manera de empezar una conversación es preguntarles si puedes sentarte en el asiento de al lado. Esto es muy efectivo si estás solo.
  • Trata de tener una buena relación con tus compañeros, porque estas son las personas con quienes estarás todo el tiempo. Por ejemplo, si tienes un lápiz extra y alguien necesita uno, préstaselo. Luego hazle algunas preguntas: “¿Cómo estaba tu fin de semana?”, “¿Qué clase tienes después?”, etc. Estas son las preguntas más comunes para empezar una conversación. Responde de manera amigable en vez de parecer aburrido o arrogante.
  • Si alguien parece ser amigable, hazle un halago por su apariencia, su atuendo o su mochila. Así tendrás mejores posibilidades de hacer amigos con esta persona.
  • Involúcrate en actividades extracurriculares. Estas actividades son una gran manera de formar vínculos con otras personas y hacer amigos nuevos mientras practicas un deporte o aprendes algo.

Sé honesto contigo mismo

  • Sé tú mismo. No hagas nada con lo que no te sientas cómodo, como fumar, vestirte a la moda o seguir la vida de las celebridades. No dejes que tus compañeros te presionen: vístete como quieras, aunque no esperes que los demás hagan lo mismo.
  • Sé una persona única y diferente, pero no trates de resaltar tanto que hagas que los demás piensen que estás poniendo demasiado esfuerzo. Vístete con ropa distinta, practica otros deportes o realiza alguna actividad inusual, pero no se lo restriegues en la cara a otras personas porque pensarán que estás fanfarroneando. Sé humilde y sé tú mismo. Si logras hacer amigos, después empezarás a caerle a la gente simplemente por cómo eres.

Consejos

  • Sé valiente. Solo acércate a una persona y dile “Hola.”, “Soy nuevo aquí.” o cualquier otra frase para empezar una conversación. ¿Quién puede detenerte?
  • Toma en cuenta los pequeños detalles y empieza una conversación a base de ellos. Por ejemplo, si notas que alguien tiene un prendedor o una camiseta con el nombre de una banda musical, puedes hacer un comentario sobre ello.
  • No te vistas de manera muy provocativa o incómoda. Nadie va a querer estar con una persona que se queja de caminar cada 3 metros.
  • Recuerda, la primera impresión es muy importante. ¡No tendrás otra oportunidad!
  • Siempre sé amigable.
  • Siempre debes estar pulcro, vestirte con ropa limpia y tener el aliento fresco (cómprate unos caramelos mentolados o un refrescante bucal en aerosol).
  • Habla sobre tus intereses, aunque sean relativamente extraños, para encontrar gente que piense igual a ti. Una gran cantidad de gente es parte de una subcultura como Stargate o Star Trek. Otra manera de demostrar quién eres en realidad, es usar un prendedor o pin que haga referencia a tus pasatiempos.

Advertencias

  • No hables con gente que obviamente no quiere ser molestada.
  • A muchas personas les encanta hablar sobre sí mismas. Puedes preguntar cosas como “¿Cuáles son tus pasatiempos?”, aunque nada demasiado personal. Si no, la gente pensará que eres alguien demasiado curioso.
  • No le prestes dinero a gente que acabas de conocer. Nada te garantiza que recuperes tu dinero, además esas personas pensarán que te jactas de tus riquezas y volverán a querer prestarse dinero a cada momento.
  • No mientas. Esta es una pésima forma de hacer amigos. Si les dices que vives en una mansión con piscina, ¡después tendrás que explicarles cuando vean que vives en un piso pequeño!
  • No hables sobre ti mismo todo el tiempo. Deja que la otra persona hable un poco. Así también se sentirá bien.

Hay una idea muy extendida que es la de ver el conflicto como algo negativo y, por tanto, algo a eludir. Esta idea probablemente esté basada en diversos motivos:

– lo relacionamos con la forma en la que habitualmente hemos visto que se suelen enfrentar o «resolver»: la violencia, la anulación o destrucción de una de las partes y no, una solución justa y mutuamente satisfactoria. Desde las primeras edades los modelos que hemos visto apuntan en esta dirección: series infantiles de televisión, juegos, películas, cuentos,…
– todas las personas sabemos que enfrentar un conflicto significa “quemar” muchas energías y tiempo, así como pasar un rato no excesivamente agradable.
– la mayoría sentimos (incluidos educadores y educadoras) que NO hemos sido educadas para enfrentar los conflictos de una manera positiva y que, por tanto, nos faltan herramientas y recursos. En los programas de las facultades de pedagogía y de ciencias de la educación se echan a faltar temas como la resolución de conflictos.
– tenemos una gran resistencia al cambio. Aunque las cosas no estén bien y lo veamos claro, muchas veces preferimos mantenerlas así antes que asumir los riesgos que significa meternos en un proceso de transformación.

No obstante, creemos que el conflicto es consustancial a las relaciones humanas. Interaccionamos con otras personas con las que vamos a discrepar y con las que vamos a tener intereses y necesidades contrapuestas. El conflicto además es ineludible, y por mucho que cerremos los ojos o lo evitemos, él, continúa su dinámica. Es algo vivo que sigue su curso a pesar de nuestra huida, haciéndose cada vez más grande e inmanejable.

Pero vamos incluso más allá, consideramos que el conflicto es positivo. Se podrían dar muchos motivos, pero resaltamos dos:

– Consideramos la diversidad y la diferencia como un valor.Vivimos en un solo mundo, plural y en el que la diversidad desde la cooperación y la solidaridad, es una fuente de crecimiento y enriquecimiento mutuo. Convivir en esa diferencia conlleva el contraste y por tanto las divergencias, disputas y conflictos.
– Consideramos que sólo a través de entrar en conflicto con las estructuras
injustas y/o aquellas personas que las mantienen, la sociedad puede avanzar hacia modelos mejores. Es decir, consideramos el conflicto como la principal palanca de transformación social, algo que como educadores y educadoras por la paz debe ser, precisamente, uno de nuestros objetivos básicos.
– Consideramos el conflicto como una oportunidad para aprender. Si el conflicto es algo connatural a las relaciones humanas aprender a intervenir en ellos será algo fundamental. Si en lugar de evitar o luchar con los conflictos, los abordamos con los chicos/as podemos convertirlos en una oportunidad para que aprendan a analizarlos y enfrentarlos. Resolver un conflicto por si mismos, además de hacerles sentir más a gusto con el acuerdo, les dará más capacidades para resolver otros en el futuro.

El reto que se nos plantea será, cómo aprender a enfrentar y resolver los conflictos de una manera constructiva, “noviolenta”. Esto conlleva comprender qué es el conflicto y conocer sus componentes, así como desarrollar actitudes y estrategias para resolverlo. Entendemos por resolver los conflictos, a diferencia de manejarlos o gestionarlos, el proceso que nos lleva a abordarlos, hasta llegar a descubrir y resolver las causas profundas que lo originaron. No obstante, la resolución de un conflicto no implica que a continuación no surjan otros. En la medida que estamos vivos y seguimos interaccionando y creciendo, seguirán apareciendo conflictos que nos darán oportunidades para avanzar o retroceder, según cómo los enfrentemos y resolvamos.

Por tanto, desde la educación para la paz vemos el conflicto como algo positivo e ineludible que debe ser centro de nuestro trabajo. Para ello trabajaremos con aquellos conflictos que cotidianamente tenemos más cerca (interpersonales, intragrupales, etc.) en lo que llamamos microanálisis, y con los grandes conflictos (sociales, comunitarios, internacionales, …) en lo que llamaremos macroanálisis. En las primeras edades nos quedaremos fundamentalmente en el ámbito del microanálisis y las relaciones interpersonales, mientras que en los cursos superiores, sin descuidar este aspecto, trabajaremos cada vez más los conflictos sociales e internacionales.

El objetivo principal no es que el profesorado aprenda a resolver los conflictos de los alumnos y alumnas, sino trabajar con ellos para que aprendan a resolverlos por sí mismos, convirtiendo esa resolución no sólo en un éxito presente, sino en un aprendizaje para otras situaciones que se les darán en la vida cotidiana.

Marisol Muñoz-Kiehne, Ph.D.

Las pandillas son grupos que hacen pactos de lealtad para un propósito común que puede incluir cometer actos violentos y criminales. Tienden a organizarse según diferencias raciales o culturales, reclaman territorios, y adoptan nombres y apodos para sus miembros, quienes siguen un código de conducta definido.

Muchos muchachos se sienten atraídos o presionados a unirse a pandillas. Están más propensos aquellos quienes tienen problemas de comportamiento y aspiraciones bajas, y quienes viven en un ambiente familiar de descuido, conflicto o abuso, particularmente si existen pocas oportunidades educativas, recreativas, y vocacionales en su comunidad.

Los jóvenes se unen a pandillas en busca de amistades, de un sentido de pertenencia a un grupo, de protección si se sienten amenazados, y/o procurando mejorar su situación económica. Desafortunadamente, una vez se hacen miembros de pandillas involucradas en actos antisociales, tienden a descuidar sus estudios y pueden desarrollar adicciones, ser arrestados, encarcelados, lastimados o asesinados. Dadas las rivalidades entre pandillas, sus seres queridos también pueden correr peligro.

Prevención

  • He aquí unas guías, pues mejor prevenir que tener que remediar:
  • Hablarles desde pequeños sobre los peligros de la delincuencia
  • Mantener comunicación abierta y positiva
  • Discutir noticias, programas y películas sobre pandillas
  • Demostrarles interés en sus amistades y actividades
  • Apoyar sus metas y progreso escolar
  • Fomentar participación en artes, música, deportes
  • Sentar límites y normas de disciplina
  • Servir de ejemplo con actitudes y conductas
  • Aprender sobre las pandillas de su vecindario
  • Unirse a esfuerzos comunitarios pro oportunidades constructivas para la juventud, y contra la delincuencia y la violencia

Intervención

  • Muchos padres descubren tarde que sus hijos forman parte de una pandilla. Las siguientes señales de alerta no deben ser ignoradas:
  • Cambios en el comportamiento, incluyendo actitudes racistas
  • Ausencias a la escuela y poco interés por estudios
  • Amistades con miembros de pandillas
    Ropa de cierto color, joyas y accesorios (cachuchas, pañoletas, cintos) relacionados a pandillas
  • Quemaduras y tatuajes (temporeros o permanentes) con símbolos de pandillas
  • Dibujos y números asociados a pandillas en libros, prendas, y paredes (grafiti)
  • Música, libros y revistas con temas de pandillas
  • Dinero o posesiones (teléfonos, “beepers”, armas) de origen sospechoso

Orientación

  • Consejeros y personal escolar
  • Organizaciones comunitarias
  • Agencias de servicios sociales para jóvenes y familias
  • Policía, alguacil y oficiales de probatoria juvenil
  • Todo Lo Que Necesitas Saber Sobre Pandillas (Evan Stark)
  • Los Padres y las Pandillas: Un Llamado a Tomar Cartas en el Asunto (Scriptographic)

Procuremos información y orientación para la prevención, la intervención, o la sanación de las heridas que pueden causar las pandillas a nuestras familias y comunidades.

Ser padre o madre no sólo se refiere a dar la vida al nuevo ser, también supone alimentarlo, cuidar su higiene, y enseñarle hábitos para que sepa desenvolverse en la sociedad de la que va a formar parte. Es necesario «socializarlo», entendiendo este concepto como el proceso a través del cual los niños y las niñas adquieren las normas y valores de la sociedad en la que viven. La socialización pues, es de varios tipos, pudiendo distinguir una primaria y otra secundaria. La primaria corresponde a las primeras etapas del proceso que se cumple, por lo general, en el medio familiar. La secundaria se desarrolla a través de las instituciones encargadas y procesos formalizados de la educación, básicamente en la escuela.

El proceso de socialización, en cualquiera de sus tipos es muy complejo porque el niño/a recibe múltiples mensajes.

En primer lugar de la familia, formada por varias personas como abuelos, tíos, hermanos, etc., y cada uno de ellos juega un papel en este aprendizaje. Es cierto que en los primeros años de vida, la mayor influencia la ejercen los progenitores por lo que es necesario una preparación o una formación para ser buenos padres, ya que los hijos aprenden con frecuencia más por imitación de los comportamientos que perciben, que por obediencia.

Posteriormente, los agentes de socialización serán el grupo de iguales, la escuela, los medios de comunicación social, los llamados «agentes no formales».

Pero en lo que existe unanimidad es en que la inmensa mayoría de los aprendizajes se adquieren en los primeros años de vida, aquellos en los que se interiorizan comportamientos, actitudes y valores.

Desde las etapas más antiguas de la humanidad, quien socializaba al nuevo miembro de la comunidad era la familia, la tribu, el núcleo, al que pertenecía. El nuevo miembro adquiría todos los conocimientos por medio de la imitación de los mayores. Ellos sabían, querían y podían enseñar, podían educar. Pero con la evolución de las sociedades, el conjunto de conocimientos, de actitudes, de procedimientos fue tomando mayor envergadura y complejidad, y ya los mayores no disponían de conocimientos ni preparación, aunque querían seguir educando. Actualmente, en la mayoría de los casos, no saben, no pueden y tampoco quieren, dejando esta función encomendada a los maestros o maestras con la consecuente pérdida del poder socializador de la familia y dependiendo cada vez más del centro educativo, al que se le exige que asuma mayor número de tareas. Pero indudablemente, esta función es un deber y un derecho de los progenitores y deben ser ellos quienes eduquen a sus hijos e hijas de forma cooperativa con el sistema educativo, definiendo las responsabilidades de cada uno de los agentes que intervienen en el proceso.

Es cierto que hoy la familia ha experimentado grandes cambios y modificaciones y, aunque la familia nuclear sigue siendo la predominante, están apareciendo otras formas de familia. Así mismo la falta de normas dentro de ella, los cambios de roles, la falta de valores compartidos, está produciendo algunos comportamientos nocivos en los adolescentes. Pero, a pesar de todas estas notas negativas, se sigue valorando positivamente a la familia como núcleo principal para el desarrollo personal. Cuando los niños y las niñas se escolarizan traen ya unos valores y hábitos aprendidos en sus hogares de manear vicaria. Y, a pesar de este aspecto tan importante en el desarrollo posterior de los hijos y de las hijas, no se le ha dado la importancia que merece y no se ha avanzado en la preparación para ser padres y madres. Educar es formar integralmente al otro, es ayudar, es conducir a la persona desde sus primeros años y para que esto sea más eficaz es necesario hacerlo en un clima de afecto y ¿quién puede mostrar más afecto o amor que la propia familia, cuando ésta dispone de la formación y condiciones necesarias?

Actualmente muchas familias se preguntan qué deben hacer, cómo deben actuar, ante las nuevas situaciones que se presentan en los hogares, ya que la forma en la que ellos fueron educados, en muchos casos de forma deficiente, no es aplicable al momento actual. Nadie está preparado para ser padre o madre en esta nueva sociedad postindustrial, cambiante a ritmo vertiginoso, que emite mensajes e información a través de innumerables medios y modos y que se convierten en razones por las que, en muchos casos, se pueden sentir desbordados. Surge entonces la necesidad de aprender, tanto de manera formal como informal. Se necesita adquirir nuevas destrezas, habilidades y competencias.

Y ese es el motivo por el que destacamos el carácter positivo que supone la implicación familiar para la transmisión de valores fundamentales, para el éxito escolar del alumnado y que devuelve al escenario educativo su protagonismo en la formación y desarrollo del talento de sus hijos/as. El objetivo, por tanto, es ayudar a las familias a reconocer las situaciones cotidianas que hacen difícil el proceso educativo, la mayoría de las ocasiones motivado por falta de información y formación específicas e impulsar el desarrollo de espacios y programas que beneficien en primer orden a los menores, a la familia y a la comunidad en general, un trabajo que tiene en cuenta la imprescindible participación de todos los protagonistas en la vida social del menor. Pero no queremos quedarnos en la mera adquisición de unos conocimientos teóricos, sino alcanzar un conocimiento más profundo, fruto de la reflexión, del análisis crítico de las propias actitudes y experiencias, y todo ello en diálogo con otros padres y madres, para avanzar en seguridad, claves, habilidades y confianza en uno mismo.

Un niño obediente y tranquilo resulta más sencillo de educar que uno inquieto y rebelde. Es evidente. Pero en ciertos aspectos requiere un «plus» de atención, para no pasar por alto sus necesidades.

Si tu hijo duerme bien, come sin problemas, tiene reacciones moderadas, se calma con facilidad tras una rabieta y acepta tranquilamente los cambios (personas nuevas en su entorno, sabores diferentes en su alimentación…), ¡estás de enhorabuena! Su buen temperamento le lleva a hacerse querer, facilita su adaptación a situaciones como el inicio del cole y evita que tenga problemas con sus compañeros y maestros.

Casi nunca protesta

Es fácil presumir de un niño especialmente bueno y resaltar la forma tan ejemplar que tiene de comportarse. Y esto, lógicamente, acentúa sus buenas conductas y su afán de complacer a los que le rodean. Pero has de estar atenta a sus señales para no pasar por alto sus necesidades:

  • Atiéndele siempre que te reclame. Como no suele protestar ni reclamar, acudiendo a su lado le animas a comunicarse y le enseñas a expresar sus deseos.
  • Si ves que siente rabia, tristeza, miedo, etc. y no lo manifiesta, consuélale y anímale a verbalizar estos sentimientos.

Tiene mucha empatía

Por otro lado, ten en cuenta que si en general todos los pequeños son sensibles al estado emocional de sus padres y suelen percibir la tensión, las riñas y el mal ambiente, el niño «bueno» lo es en grado sumo. Por eso está pendiente y se preocupa si te nota enfadada o triste. Estas recomendaciones son importantes:

  • No comentes tus problemas en su presencia. Si tu pareja y tú discutís y él lo nota, explícale pronto que lo vais a solucionar.
  • Si te pregunta si te pasa algo y es así, díselo. Puedes responderle: «Sí, estoy triste (o cualquier otro sentimiento), pero no te preocupes, no tiene nada que ver contigo y se me pasará».
  • Si reñís, haced siempre las paces. Si no, se quedará angustiado.

Siempre obedece

Es otra característica del niño bueno. Obedece para asegurarse tu afecto, pero también porque percibe claramente vuestras expectativas y las de sus adultos de referencia (abuelos, tíos, maestros…). Ante esto, un consejo: no le riñas en las pocas ocasiones en las que se decida a llevarte la contraria; que se decida a llevarte la contraria; que se atreva a expresar lo que piensa y quiere es positivo, ya que le ayuda a descubrir quién es y cuál son sus deseos.

Busca ser perfecto…

Es posible que tu hijo quiera hacerlo todo bien y cualquier error le parezca inaceptable. y puede que deje de hacer algo por miedo a fracasar. Si le ocurre:

  • Intenta rebajar tu nivel de exigencia, tanto contigo como con él.
  • Reconoce tus propios errores delante de él. Le animará a imitar tu actitud.
  • Elogia sus actividades por el esfuerzo y su entusiasmo al hacerlas, más que por el resultado final que consiga.
  • Ayúdale a buscar la mejora en sus tareas, no la perfección. Y si se equivoque, anímale a intentarlo de nuevo.

Isabel Álvarez Wagener (Psicóloga)

1.- ¿Qué es el mutismo selectivo?

Es un trastorno de ansiedad infantil, caracterizado por la incapacidad de un niño o niña a hablar en ciertos ámbitos sociales, como la escuela. Estos niños comprenden el lenguaje y son capaces de hablar con toda normalidad en otros contextos donde se sienten cómodos, seguros y confortables. La edad media para el diagnóstico es entre los tres y ocho años, pero es cuando empieza el colegio, cuando el mutismo selectivo se hace evidente.

2.- Criterios para la identificación del mutismo selectivo

  • El niño no habla en determinados lugares como la escuela, u otros entornos sociales.
  • Es capaz de hablar al menos en un entorno, generalmente en casa. La incapacidad para hablar le dificulta tener un funcionamiento adecuado en el contexto educativo y o social.
  • El mutismo ha persistido durante al menos un mes.
  • No está asociado a un transtorno de comunicación.

3.- ¿Por qué se desarrolla el mutismo electivo?

  • En la mayoría de las ocasiones existe una predisposición genética a la ansiedad.
  • Muestran comportamientos dependientes, inflexibles, malhumorados, con rabietas y extrema timidez.
  • La amígdala cerebral, es la zona del cerebro encargada de poner en marcha una serie de reacciones que ayudan a los individuos a protegerse. En los niños con mutismo, la amígdala parecer reaccionar demasiado y pone en marcha estas respuestas, aunque el individuo no esté realmente en peligro.

Se citan igualmente casos de mutismo en niños que viven en entornos bilingües.

4.- Características conductuales

  • Los comportamientos pueden ser muy variados, pero la mayoría de los niños se comportan de forma adecuada.
  • Aprenden a relacionarse y a participar en ciertos ámbitos sociales, comunicándose de forma no verbal o hablando en voz baja con unas pocas personas escogidas.
  • En contextos que le provocan ansiedad, pueden permanecer sin moverse.
  • Pueden evitar el contacto visual, tocarse el pelo, refugiarse en una esquina.
  • Tienen dificultades en tomar la iniciativa y pueden tardar en responder.
  • A veces los compañeros de clase adoptan un papel protector.
  • En ocasiones tieen mayor sensibilidad al ruido y tendencia a presentar miedos injustificados.

5.- Orientaciones para la familia

  • Adoptar una actitud serena y relajada.
  • Eliminar todas las presiones y expectativas para que el niño hable.
  • No hacer comentarios directos ni indirectos acerca de su comportamiento verbal.
  • Darle seguridad y ser comprensivos con sus dificultades.
  • Tratarle normalmente responsabilizándole de sus acciones, es decir no protegerlo.
  • Tener información acerca del mutismo electivo con el objetivo de actuar con conocimiento del tema.
  • Fomentar situaciones de comunicación relajada, donde el objetivo sea el placer de estar juntos compartiendo una determinada actividad.

6.- Pautas de actuación para el tratamiento del mutismo selectivo

  • La desensibilización: Se expone al niño a algo que teme, y se le ayuda a superar el miedo de forma gradual.
  • La extinción: Se parte de crear una situación cómoda para el niño, a la que progresivamente se le introducen variables más difíciles.
  • El refuerzo positivo: Se utilizará la recompensa, cuando la ansiedad del niño haya disminuido y esté preparado para trabajar con metas. Debe premiarse cualquier intento de comunicación por mínimo que sea, desde un susurro a una mirada.

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