Escuela de Padres

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Para conseguir una buena salud en la familia, además de tener una alimentación saludable, potenciar la practica de ejercicio físico y deporte y educar para tener unas relaciones afectivas y sexuales placenteras, también es necesario evitar la ingestión de sustancias tóxicas.

La información adecuada de cada una de las sustancias existentes en la actualidad en el mercado legal o ilegal es muy importante para prevenir los consumos de sustancias tóxicas, tanto de su uso como de su abuso, para evitar los problemas de salud que ellas producen.

Hay que informar sobre las acciones que producen y sobre los efectos secundarios que acarrean de las siguientes sustancias:

➼ Alcohol.
➼ Alucinógenos: Hachís, Marihuana, Éxtasis, LSD, Mescalina.
➼ Estimulantes químicos: Anfetaminas, Cocaína, Drogas de Síntesis.
➼ Estimulantes vegetales: Betel, Cacao, Café, Coca, Cola, Mate, Té.
➼ Narcóticos: Ansiolíticos. Neurolépticos. Opio, Morfina, Heroína. Somníferos.

Hablamos de drogas cuando nos referimos a sustancias que al interactuar con nuestro organismo producen cambios en nuestras percepciones, sensaciones, emociones y que, si se consumen repetidamente llevan a la dependencia.

Sin embargo, las drogas existen, están en nuestra sociedad y hay que aprender a evitar sus riesgos.

Hay drogas que estimulan el sistema nervioso (café, tabaco, anfetaminas, cocaína y depresivos), otras lo que hacen es deprimir el sistema nervioso provocando somnolencia, sedación o anestesia (el alcohol, los barbitúricos, las benzodiacepinas y los analgésicos narcóticos). En tercer lugar, otras que perturban, que distorsionan el sistema nervioso, más allá de activarlo o deprimirlo (cannabis, drogas de síntesis, alucinógenos, sustancias volátiles).

Si nos preguntamos ¿por qué han problemas de drogodependencia? Tendremos que responder que cada persona es distinta y los motivos por los que pueda consumir también. Puede ser por desconocimiento, por experimentar, por olvidar o simplemente porque los demás lo hacen.

Estas condiciones que se dan para generar una situación de consumo, se llaman factores de riesgo (baja autoestima, necesidad de aprobación social, situaciones críticas, un ambiente negativo). Son circunstancias que aumentan la probabilidad de que alguien consuma drogas.

Sin duda, la prevención e información a los menores es esencial.

CONSEJOS PRÁCTICOS

  • A lo largo del crecimiento de los hijos/as se dan cambios, tanto en los físico como en lo psicológico y a veces estos cambios nos indican que debemos detenernos a pensar.

Indicios a tener en cuenta, por lo tanto, son los siguientes: si el hijo/a disminuye su higiene corporal y observamos cambios evidentes en su aspecto físico, si se producen cambios en los hábitos de permanencia en la casa con frecuentes salidas y mayor tiempo de permanencia fuera, llegando incluso al incumplimiento de horario acordados, si observamos desmotivación hacia actividades que venían desarrollando o bajo rendimiento escolar, si detectamos que utilizan la mentira sin justificación de forma habitual, si cambias las relaciones y amistades iniciándose en otros grupos relacionales, si es frecuente su indiferencia y pasividad ante acontecimientos importancias y dejan de ser “alegres”. También hay que preocuparse si disminuye la comunicación familiar, si evitan situaciones y conversaciones conjuntas y además tienden al aislamiento, mostrando un carácter más desagradable. Y, sin duda, si aumentan las necesidades económicas sin justificación aparente.

  • La familia es un marco de transmisión de información, por lo que ven y por lo que oyen. Hay que fomentar esa comunicación, encontrar los momentos de encuentro.
  • Proporcionar seguridad, estabilidad emocional, aceptación, cariño y aprobación en la familia es esencial.
  • Las normas de convivencia, las reglas, los límites que se establecen en el marco de una comunicación fluida, bien entendida y aceptada son básicos.
  • Los padres y madres tienen que ESTAR DISPONBILES siempre que el hijo/a lo necesite. Hay que tener tiempo para ello y con tranquilidad, valorar y decidir conjuntamente.
  • Los padres y madres que en un momento determinado necesitan ayuda para continuar siendo el mejor apoyo para sus hijos/as, deben entender que es lo normal. Todo padre/madre responsable, en algún momento, necesita contar con otras personas para dar respuesta a lo que a otros padres y madres ya les ha sucedido. Es importante que sepamos que las experiencias se repiten y que acudir a quienes pueden ayudar en la situación vivida, es lo mejor que se puede hacer. Y que otros ya lo hicieron.

La adolescencia es también la época de construir proyectos vitales en los que se representa su futuro y la sociedad en la que vive. Esto les permite marcarse metas y plantearse hacia donde quieren ir, en quien les gustaría convertirse. Pero a la vez, se hacen conscientes de las limitaciones de la sociedad y de sus propias competencias.

Nuestro hijo o hija tiene un valor para sí mismo o sí misma y para el resto de gente y tiene que saberlo. El mundo está muy necesitado de personas que intenten mejorarlo (proteger el medio ambiente, erradicar la pobreza, promover la igualdad de derechos y la justicia, educar y desarrollar nuevos conocimientos a muy distintos niveles, mantener un nivel de vida digno para todos, conocernos mejor y desarrollarnos como personas, etc… ¡Hay tanto que hacer! Nuestro hijo o hija deben tomar contacto con esas necesidades y sentir que puede aportar, que tienen una meta, un sentido a su vida.

En la familia podemos crear esas bases de autoestima y confianza para que desde temprana edad construya un proyecto de vida poco a poco. Tener un proyecto, una ilusión por vivir, es lo que en resumen hace falta para tener la motivación suficiente para cuidarse, autorregularse y tener menos necesidad de realizar conductas de riesgo, como el consumo de alcohol u otras drogas, por ejemplo.

En nuestra sociedad las drogas son un objeto de consumo más, forman parte de nuestra realidad. Hemos de saber que el consumo entre la población adolescente es predominantemente experimental u ocasional, siendo quizá lo más preocupante precisamente el grado de normalidad con que se percibe el de sustancias legales y, por otro lado, la potente asociación de los consumos con el ocio, la diversión y el fin de semana.

También hemos de ser conscientes que todo consumo conlleva riesgos, aunque estos pueden ser de muy diversa índole e importancia. No todo consumo conlleva problemas, pero sí riesgos, y no sólo de salud o de adicción.

El consumo de drogas puede conllevar problemas en la socialización, en la calidad y cantidad de relaciones con los demás, problemas de rendimiento y ejecución educativa o laboral, amén de accidentes, lesiones por actos violentos, embarazos no deseados, etc.

El alcohol pasa enseguida a la sangre. Al empezar se puede sentir euforia, alegría, desinhibición o seguridad, relajación. Cuando eso se comparte con gente que apreciamos, los efectos se potencian. Si se sigue bebiendo, es cuando se nota la función del alcohol: depresora. El alcohol inhibe el control del sistema nervioso central, se pierden reflejos, hay descoordinación del movimiento, dificultad para pensar y comunicar (por eso es tan peligros conducir bajo estado de embriaguez). Si la ingesta ha sido muy alta puede provocar coma, lesiones irreversibles e incluso la muerte.

El organismo tarda mucho en deshacerse del alcohol, lo que perjudica a órganos vitales como el cerebro y el hígado. La resaca es un síntoma de que nuestro organismo está intoxicado por el alcohol.

El alcohol debe beberse:

  • De forma lenta y con pequeños tragos, lo que permite tener mayor autocontrol sobre los efectos. Por eso es mejor saciar la sed con agua o con refresco, nunca con una bebida alcohólica.
  • Comer mientras se bebe, ayudará a metabolizar el alcohol.
  • No mezclar bebidas alcohólicas entre sí o con otras drogas o medicinas que se puedan estar tomando.
  • Dejar de beber al mínimo síntoma de mareo o malestar, etc.

A los adultos nos suele costar comprender la actitud de los adolescentes con el alcohol y otras drogas, pero podemos intentar acercarnos a ellos si consideramos que su consumo además de poder proporcionar sensaciones agradables e intensas (euforia, reducción de la ansiedad, etc) también proporciona desinhibición, lo que puede reforzar la locuacidad, el intercambio afectivo, actuando como un facilitador de la relación interpersonal. Beber en grupo suelen asociarlo a “descontrol”, felicidad, deleite, superación de la realidad imaginada, algo muy especial (aunque luego la realidad, semana tras semana, revele que la experiencia habitualmente no satisface tales expectativas).

Pero más que lo señalado, en la adolescencia existen dos grandes fuerzas motoras:

  • La inclusión en el grupo de iguales: el refuerzo más potente es lograr ser aceptado y popular; la mayor amenaza es sentirse rechazado, ridiculizado o excluido.
  • El logro de una identidad: el refuerzo más potente es lograr alcanzar una autonomía, una expresión de cada cual, una personalidad, que les permita sentirse seguros con el resto de gente y capaces.

Nuestro objetivo como padres es guiarles hacia una maduración responsable, de modo que tengan sus propios criterios y autocontrol. Esa ayuda requiere conocimiento, supervisión, consejo y también límites. Podemos hacerlo transmitiendo con nuestra actitud un mensaje claro:

“No me opongo a que seas feliz, lo que deseo es que te desarrolles de la forma más sana posible, por eso quiero que seas muy inteligente cuando te encuentres ante la posibilidad de consumir alcohol u otras drogas. Somos tus aliados, no tus controladores”.

Comprender qué sustancias hay, qué efectos tienen y en qué consiste un consumo responsable es actuar con inteligencia.

También nos conviene tener claro, para actuar con prudencia y sabiduría, que no es lo mismo haber probado que tener problemas por el consumo de drogas. Para esto se requiere una regularidad aunque tenga una frecuencia variable: consumir ocasionalmente, en fin de semana o diariamente. Pero hacer un consumo regular, tampoco significa ser una persona con problemas de dependencia. Una persona tiene problemas de dependencia a las sustancias cuando tiene un consumo frecuente, siente la necesidad de consumir, carece de control y padece síntomas físicos, fisiológicos y psicológicos específicos asociados a dicho consumo.

La dependencia es el uso repetido y compulsivo de una sustancia que se sigue consumiendo aunque la persona experimenta sus consecuencias negativas.

El consumo regular que implica dependencia va acompañado de una serie de cambios en la persona que se pueden observar y con mucha razón preocuparnos. Sin ánimo de generalizar, pueden observarse:

  • Incremento de necesidades económicas.
  • Uso de la mentira de forma habitual (en particular respecto a las salidas con amigos).
  • Trastornos en el ritmo sueño-vigilia, pérdida de apetito y energía.
  • Cambios en el rendimiento escolar (absentismo, desmotivación, brusca caída de las calificaciones).
  • Deterioro físico (halitosis, pupilas dilatadas, enrojecimiento de los ojos, somnolencia, cansancio persistente, pérdida de peso).
  • Disminución de la implicación y comunicación en casa.
  • Alteraciones en el habla: comerse las palabras o expresarse de forma lenta, rápida o precipitada.
  • Nuevas amistades misteriosas sobre las que se niega a hablar.
  • Pequeños hurtos.
  • Progresiva falta de interés en aquellas actividades que ante le gustaban.

La privación de atención, afecto y de experiencias emocionales positivas, junto con la falta de competencias personales para gestionar los sentimientos y relacionarse socialmente, son factores de mucho peso para consumir con regularidad.

En general, si estamos preocupados por la posibilidad de consumo de nuestro hijo, puede ayudarnos:

  • Actuar con prudencia: dialogar, escuchar intentando comprender, controlando sobre todo las respuestas de enfado, desprecio o expresiones de fuerte dramatización.
  • Expresar nuestro cariño y preocupación por la situación.
  • Evitar comportarnos como detectives para mantener la confianza en la relación.
  • Hablar del consumo de drogas, haciendo referencia tanto a las consecuencias negativas derivadas de un consumo abusivo o regular, como a las positivas; así como lo positivo y negativo de abandonar dicho consumo.
  • Buscar ayuda si descubrimos que el consumo es problemático y motivarle para que pueda regularse, creando las condiciones que permitan poner límites a la conducta y acabar con las consecuencias peligrosas.
  • Ayudarle a encontrar una actividad que le ayude a sentirse útil, necesario, y que le conecte con las necesidades sociales y con el propio desarrollo personal.

Nuestro papel consiste en guardar un equilibrio entre el control y la confianza. Un control positivo debe basarse en el interés y respeto por sus gustos, opiniones y aficiones, pero añade la obligación de límites a determinadas conductas. Deben saber cuáles son las normas y porqué es bueno seguirlas. Esas normas deberían estar relacionadas con cuestiones importantes para su vida actual y futura y por tanto, con el desarrollo de su autonomía y responsabilidad hacia sí y hacia otras personas.

En la adolescencia nos sentimos atraídos por lo nuevo y por las experiencias que conllevan sensaciones o emociones intensas. Sin embargo, no se ha alcanzado el grado de madurez suficiente que permita inhibir la conducta en algunas situaciones que pueda suponer un riesgo para la vida. De hecho, las conexiones entre el cerebro “emocional” y el “racional” están aún en desarrollo.

La baja conciencia del riesgo, probablemente por la falta de experiencias vitales suficientes, el impulso a experimentar sensaciones nuevas e intensas, la necesidad de inclusión social y el miedo a ser rechazado, son elementos que dificultan que en la adolescencia se pueda inhibir su conducta y ejercer un adecuado autocontrol ante determinadas circunstancias que pueden llevar a suponer muchos problemas. Entre ellas, las que más comúnmente practican son el abuso de tabaco, alcohol y otras drogas, realización de conductas violentas, racistas, xenófobas, absentismo escolar, conductas sexuales arriesgadas, entre otras. La frecuencia e intensidad de tales comportamientos son muy variables entre los adolescentes, en la mayoría de los casos suelen ir disminuyendo en la medida que se van acercando a la vida adulta.

El consumo de drogas conlleva unos riesgos que no se deben olvidar. Son riesgos genéricos, comunes a todas las sustancias e independientes de las formas de consumo; es decir, estos riesgos se dan sin que para ello el sujeto tenga que ser un adicto.

Riesgos asociados a los efectos psicoativos de las sustancias

El consumo de sustancias modifica el comportamiento y puede ocasionar problemas, en ocasiones, fatales. Los accidentes son uno de ellos. Cuando las personas están bajo los efectos de alguna sustancia, se altera la percepción (tanto visual como auditiva), los reflejos y la capacidad de respuesta motora. Esto tiene como consecuencia un importante número de accidentes de tráfico, accidentes domésticos (caídas o roturas) o accidentes laborales (manipulación errónea de maquinaria).

Las drogas, en general, disminuyen los mecanismos de inhibición y de autocontrol. Por ello es muy común que las personas bajo los efectos de sustancias sean más proclives a las peleas y otras situaciones de violencia callejera como rotura del mobiliario urbano, actitudes desafiantes y agresivas entre personas y/o grupos, que pueden llegar incluso hasta las agresiones físicas graves.

También en los acercamientos sexuales influyen las drogas porque la desinhibición facilita las relaciones sociales y los encuentros y porque el estado de descontrol hace que las personas digan o hagan todo aquello que les va surgiendo, incluido un encuentro sexual. Además, las personas en una situación de desinhibición, pueden no tomar las medidas profilácticas necesarias para la prevención de enfermedades infectocontagiosas y de embarazos no deseados.

Riesgo de ocupar un lugar central

Las drogas generan el deseo de repetición del consumo, por lo que pueden llegar a ocupar un lugar central en la vida y a provocar un recorte de la libertad.

En innumerables conversaciones y debates sobre las drogas se han utilizado expresiones como que las drogas esclavizan, impiden la libertad…, comentarios todos ellos reales, pero que dichos en un contexto de alarma, confieren a las sustancias un carácter pecaminoso o demoniaco que es importante evitar.

El placer que provoca el consumo de sustancias es inmediato, por lo que es muy común volver a consumirlas. La posibilidad de la reincidencia es real y es difícil marcar la frontera entre el uso y el abuso.

En las situaciones en las que el consumo ya es habitual, las actividades en torno al mismo son cada vez más importantes y el individuo empieza a dejar de hacer muchas cosas que hasta entonces formaban parte de su vida cotidiana. Abandonar otras actividades para satisfacer el consumo, implica la reducción de opciones vitales y el aislamiento creciente del individuo. Es decir, precisamente ese “dejar de lado otras cosas de la vida” es lo que constituye un riesgo.

Riesgo para las relaciones personales

Cuando tomamos cualquier droga, el funcionamiento de nuestro organismo se altera y nuestra manera de actuar y de relacionarnos también se modifica.

En principio, las drogas legales se toman en situaciones sociales con objeto de facilitar el encuentro con los otros, de relajarse, de distender la comunicación, etc. Para algunas personas ese consumo social es imprescindible para poder relacionarse: así se convierte en un riesgo. Por ejemplo, qué difícil se le hace a un exfumador no coger un cigarrillo en una reunión de trabajo, durante una conversación telefónica, en una sobremesa con amigos, etc.

Asimismo, cuando una persona consume sistemáticamente alguna sustancia, puede tener cambios bruscos en su estado de ánimo o manifestar actitudes y comportamientos (como el desinterés, la locuacidad, la impulsividad, llegando incluso a la violencia) que repercuten directamente en sus relaciones personales.

Riesgo para el organismo

Todas las drogas, dependiendo de las formas de consumo, suponen un riesgo para el organismo, porque alteran y dañan su funcionamiento y aunque cada una de ellas incide especialmente en un órgano concreto, todas con mayor o menor intensidad dejan su impronta en el sistema nervioso central.

Las drogas provocan en el sistema nervioso central:

            · A nivel orgánico: degeneración y atrofia del cerebro, neuropatías, cefaleas y accidentes vasculares como el infarto cerebral.

            · A nivel de funcionamiento: desorientación y confusión, percepción alterada de la realidad, estados de pánico, depresión, psicosis, paranoia, somnolencia, desinhibición, excitación, comportamientos agresivos, irritabilidad, dificultad de concentración, alteraciones de la memoria, falta de control del pensamiento, alucionaciones, fluctuaciones del humor, trastornos psicológicos, etc.

El sistema circulatorio también se ve afectado. Las drogas producen dolencias como: hipertensión, arritmias, enfermedades cardiovasculares, trombosis, infartos, etc,

El sistema digestivo las drogas pueden producir trastornos nutricionales como bulimia y anorexia nerviosa, alteración del proceso de digestión, acidez de estómago, diarrea, estreñimiento severo, afecciones renales, hepatitis, cirrosis y cáncer de esófago, páncreas y vejiga.

El sistema respiratorio también puede verse afectado: irritación de las vías respiratorias, inflamación de los bronquios, disminución de la capacidad pulmonar, depresión respiratoria, diseña, enfisema pulmonar y cáncer de pulmón.

En el sistema locomotor producen descoordinación motora, letargo, relajamiento muscular, reducción de la percepción del dolor, hiperactividad motora, pérdida del equilibrio, vértigo, temblores y movimientos convulsivos, ausencia de fatiga y, en otros casos, sensación de fatiga permanente.

En el sistema reproductor las drogas pueden provocar apatía sexual o impotencia. En los varones puede dificultar la erección y disminuir la eyaculación. En las mujeres, ausencia de menstruación, problemas en la ovulación, etc.

En caso de embarazo, el consumo de drogas supone un peligro para el feto: riesgo de parto prematuro, de malformaciones en las extremidades, de malformaciones a nivel cerebral…

Las drogas por sí mismas, junto a las alteraciones que provocan en el organismo, favorecen el desequilibrio inmunológico: disminuyen las defensas y, por ello, las posibilidades de infecciones son muy elevadas.

Riesgo de adicción

Todas las drogas pueden provocar adicción, esa dependencia que impide a los individuos desarrollar su vida normal y que tiene además efectos negativos en su entorno más próximo por la pérdida del trabajo, el deterioro de las relaciones (familiares, de amistad y de trabajo), la pérdida de bienes materiales, etc.

Si se llega a este último eslabón del proceso para superarlo se requieren, en la mayoría de los casos, ayuda especializada.

Es tan arriesgado para la vida que las administraciones invierten importantes recursos para, a través de la educación y la formación, evitar que las personas crucen la frontera hacia la adicción.

Ketamina

Posted on: 2 junio, 2013

Es un anestésico utilizado en medicina y veterinaria. Se presenta como un líquido incoloro e inodoro, como polvo, cristales blancos, pastillas o cápsulas.

            Efectos que produce

La ketamina es un anestésico disociativo con un potente efecto analgésico. El efecto inmediato es la sensación de que el cuerpo y la mente se separan, aunque estos efectos dependen de la dosis, la situación de consumo y el estado de ánimo.

            · A dosis bajas: presenta unos efectos muy parecidos a una borrachera por alcohol o sedantes.

            · A dosis medias: aumentan los efectos descritos anteriormente, pero la persona aún se puede relacionar con los demás y es consiente de quién es y de dónde está.

            · A dosis altas: el cuerpo queda prácticamente anulado, el consumidor experimenta un viaje psicodélico muy fuerte que puede variar según la persona: sentir cómo se deforma el cuerpo, ver imágenes, perder la noción de uno mismo, tener dificultad para reconocer lo que pasa alrededor, tener la sensación de verse fuera del cuerpo…

Los efectos secundarios que pueden aparecer son: náuseas, vómitos, mareos, dolor de cabeza, trastornos de ansiedad, paranoias, flash back…

Este grupo abarca numerosas sustancias químicas altamente tóxicas de uso industrial y doméstico que, al ser inhaladas, pueden producir graves consecuencias físicas y psíquicas.

Cualquier producto que contenga los siguientes compuestos químicos puede convertirse en sustancia inhalante de abuso: acetatos, bencenos, cloroformo, éter, cetonas, tolueno, tetracloruro de carbono, nafta, ciclohexano, mexano, tricloretilen, etc. Aunque constantemente se comercializan productos químicos con posibilidades inhalatorias y de abuso, los más conocidos son: disolventes volátiles (pintura, gasolina), aerosoles, gases (tanques de propano, encendedores de butano), etc.

            Efectos que produce

Los efectos que producen estas sustancias, al ser olidas o inhaladas, tienen una escasa duración, entre 15 y 45 minutos; esto lleva a los consumidores a inhalar de forma constante para poder mantener los efectos deseados.

Aunque la composición de los distintos inhalantes es diferente, todos producen efectos semejantes a los de los analgésicos, enlenteciendo las funciones del cuerpo. Algunos de estos efectos son: exaltación del humor, euforia y alegría, reducción del apetito y del frío, ocasionales alucinaciones y trastornos de la conducta (agresividad, hiperactividad motora, etc.). Pasados estos efectos iniciales, aparece una depresión del sistema nervioso central que se manifiesta con: somnolencia, mareos, dolores de cabeza, desorientación, visión borrosa, habla confusa, pérdida del equilibrio y confusión. Si la inhalación continúa, puede alcanzar una intoxicación grave semejante a la embriaguez etílica, con amodorramiento profundo e incluso pérdida de conciencia o coma. A ello se unen síntomas no buscados por el consumidor como náuseas, vómitos, tos, lagrimeo, etc.

Muchos inhaladores crónicos presentan un alto grado de ansiedad ante la falta de la sustancia y un fuerte deseo de inhalar, por lo que podemos deducir que su consumo puede desarrollar dependencia.

Existe la posibilidad de desarrollar tolerancia, necesitando inhalar más para llegar a los efectos deseados, lo que aumenta la probabilidad de que aparezcan problemas de salud.

Bajo esta denominación se agrupan un conjunto de sustancias que se sintetizan en laboratorio en algunos casos a partir de productos farmacéuticos olvidados por su falta de interés terapéutico. Debido a la gran variedad de sustancias encuadrables en este grupo, vamos a referirnos a la más conocida de ellas: el éxtasis.

            Efectos que produce el éxtasis

Éxtasis es la denominación vulgar de una sustancia química denominada metilenodioximetanfetamina o, abreviadamente, MDMA.

Los efectos de la sustancia son principalmente de tres tipos: estimulantes, facilitadores de la comunicación y, en cierto grado, alteradores de la percepción de la realidad.

Teniendo en cuenta que casi nunca se sabe con precisión cuales son los componentes de lo que se vende como éxtasis, y por tanto sus efectos pueden variar de forma considerable, se pueden enumerar como consecuencias más frecuentes del consumo de MDMA las siguientes:

  • De índole fisiológica: actúa sobre el corazón provocando taquicardia, arritmia, hipertensión y aumento de la frecuencia cardiaca; sequedad de boca, sudoración, contracción de la mandíbula, temblores, vértigo, deshidratación, hipertermia, sobreestimulación (aumento del estado de alerta, insomnio…).
  • De índole psicológica: ansiedad, irritabilidad, sensación de euforia, locuacidad, sensación de energía física y emocional, emotividad desinhibida y mayor facilidad para las relaciones sociales. Los consumidores sienten una mayor confianza en ellos mismos, mejora su autoestima, sienten un mayor deseo de relacionarse con los demás, un mayor deseo sexual, a la vez que disminuyen sus inhibiciones. Dosis elevadas pueden producir ansiedad, pánico, confusión, insomnio, alucinaciones visuales o auditivas y posibilidad de alteraciones psicóticas.

Consecuencias del consumo prolongado

Aunque todavía es objeto de discusión, parece que el consumo prolongado de éxtasis puede favorecer el desarrollo de tolerancia y cierta dependencia. Se han descrito también, tras un uso prolongado, diversas alteraciones psicológicas tales como depresiones, psicosis y trastornos cognitivos y de memoria.

Cocaína

Posted on: 25 May, 2013

Tradicionalmente, el uso de la hoja de coca se ha limitado a la zona de los Andes, en América del Sur, donde su consumo está culturalmente admitido e integrado en sus costumbres y tradiciones. Sin embargo, el consumo de cocaína obtenida en laboratorio a partir de la hoja de coca presenta mayores riesgos, tiene un significado totalmente diferente y carece de ese valor cultural.

En nuestra sociedad está aumentando progresivamente el consumo de cocaína, tanto es así, que la demanda de tratamiento por adicción a la cocaína se ha multiplicado en los últimos años.

            Efectos que produce

La cocaína produce un efecto estimulante sobre el sistema nervioso central de forma que, bajo sus efectos, la persona se siente más despierta, enérgica y eufórica, aumenta la sensación de seguridad en sí mismo y se reduce la sensación de cansancio y apetito; disminuyen la inhibiciones y el individuo suele percibirse como una persona sumamente competente y capaz.

En dosis elevadas, su consumo puede dar lugar a intensa ansiedad, agresividad, tics, movimientos convulsivos y alucinaciones. Además, en personas predispuestas, puede producir problemas cardíacos o hemorragias cerebrales.

La sensación de bienestar inicial suele ir seguida por una bajada caracterizada por cansancio, apatía, irritabilidad y conducta impulsiva.

            Consecuencias del consumo prolongado

Aunque su uso esporádico, con finalidad recreativa, puede alimentar la ilusión de que no entraña riesgos, la cocaína tiene en realidad un gran poder adictivo, generando una importante dependencia que implica un intenso impulso a continuar el consumo.

El grado de dependencia que provoca es uno de los más elevados entre las diferentes sustancias psicoactivas. Además, su consumo produce tolerancia, es decir, para sentir los mismos efectos es necesario aumentar la cantidad de cocaína.

Otras consecuencias negativas para la salud del consumidor dependen de la vía de administración, de forma que su inhalación puede dañar el tabique nasal, mientras que si se fuma o se inyecta aumenta el riesgo de contraer otras enfermedades o infecciones.

En cuanto al síndrome de abstinencia, se caracteriza por irritabilidad, depresión, aumento del apetito y alteraciones del sueño. En general, su consumo prolongado puede generar problemas psiquiátricos graves.


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