Escuela de Padres

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Relación familia-escuela

Una vez clarificado lo imprescindible de una relación fluida y constante entre familia y escuela, es decir, entre padres y docentes, como base para la formación integral del individuo, debemos mencionar que las relaciones entre familia y escuela han sufrido importantes cambios a lo largo de la historia.

En el siglo XVIII, en la era de la industrialización, la familia empezó a perder la exclusividad como agente socializador y a partir de ese momento, tanto la escuela como la fábrica o la empresa, empezaron a compartir la tarea.

Posteriormente, al comenzar el siglo XX, surge un nuevo patrón de relaciones entre familia y escuela, en el que comienzan a distanciarse las familias de los educadores porque la labor pedagógica tiende a especializarse y a hacerse más compleja. Con lo cual, mientras que los docentes enseñan materias y utilizan métodos desconocidos para los padres, las responsabilidades de la familia son muy distintas. Los padres y madres debían enseñar a sus hijos buenos modales, a saber estar y a respetar a los mayores, como base prioritaria para el buen comportamiento. De esta manera, la familia y los docentes comenzaron a perseguir objetivos independientes. El docente asume que su rol se limita a impartir su materia y a asegurarse de que el alumno aprende conocimientos, dando por sentado que las normas de comportamiento y educación las trae aprendidas de casa.

Llegados a este punto, la relación familia-escuela tenía que conocer una gran transformación. Gradualmente, la función del docente ha ido creciendo hasta el punto de que hoy se espera de él no sólo resultados en el campo académico e intelectual, sino también emocional, afectivo y social del niño/a. Esta consideración del profesional ha propiciado, además, que la relación entre familias y docentes comience a estrecharse de nuevo.

Sin embargo, actualmente son muchas las familias que reconocen, implícita o explícitamente, la necesidad de formación como padres así como la información para llevar a cabo su tarea educadora, frente a una sociedad que hace que los jóvenes maduren más rápidamente o de diferente manera que las generaciones que les preceden. Los padres entienden que estos cambios producidos en todos los niveles exigen de ellos la tarea de actualizarse y no quedarse desfasados ante sus hijos y ante la sociedad.

La educación es demasiado importante para dejarla sólo en manos de los maestros. Por lo que los padres deben ser agentes más activos ante el proceso educativo de sus hijos. Es necesario comprender que la dinámica educativa nos incluye a todos, es una actividad permanente de los docentes, de las familias, de la comunidad en su conjunto en beneficio de las nuevas generaciones, y en definitiva, de la sociedad en general.

Por lo tanto, es una premisa fundamental considerar que la implicación de las familias en la educación y en el contexto escolar de los hijos e hijas es fundamental para su educación y desarrollo. Siendo necesario, para ello, que la familia y el centro educativo trabajen de manera coordinada, desarrollando habilidades, destrezas básicas de aprendizaje, transmisión de normas, responsabilidades y enseñanza de valores.


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